Volátil
29 Jun, 2022
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Andalucía. 8:00 am El sol todavía duerme; luce vestido de nubes blancas; apenas asoma sus rayos .

Es temprano. He llegado a la agencia de Marc. Me sirve una taza de café bien cargado. Hoy no busco en él un amigo. Lo necesito como profesional. Agarro la taza, dejo que me caliente los dedos, y pego un sorbo. Y con mis labios húmedos, empiezo a contarle.
 
- Nos conocimos en diciembre. En una invernal decepción. Yo llevaba mis ojitos tristes, y ella reía con la boquita manchada de traición, pero aun así reía, con ganas de comerse al mundo.
- ¿Qué fue lo que te gustó de ella? _ me pregunta Marc _.
- No fue su físico. No fueron sus curvas con centímetros de piel ardiente. No fueron sus ojos, que parecían ofrecerme bañarme en una calma azul. Fue su locura. Su forma de ser ella misma, sin importarle nada más. Su poca vergüenza. Su falta de formalidad.
- ¿A qué te refieres con eso? _ continúa preguntándome con interés _.
- Pues que no necesita la aceptación de los demás, para poder permitirse su espontaneidad. Ella es como es. Es natural. _le contesto, suelto la taza sobre su mesa y miro buscando algún punto perdido. Suspiro_. Pero lo que me terminó de enamorar fue su amor. Todo ese cariño que volcaba en mí como una avalancha que hacía rendirme ante ella. Nadie nunca me dio tanto. Y fue cuando supe que ella sería mi lugar favorito. Ni viajes a Tailandia ni a París. Ella. Ella con su cariño alocado, dándome vida. Me quedaba allí con quietud y me dejaba querer. Al principio solo me dejaba querer. Sentía miedo.
- ¿Por qué miedo?
- Porque ya sabía lo que era que te hagan daño. Que quieran conseguirte y después ya no te necesiten. Qué es el capricho. Qué es la mentira. La decepción. Las inquietudes que taladran la cabeza un domingo. El olvido.
- Creías que se repetirían esas mismas historias, ¿no? _ dice Marc _.
- Claro. Cabía esa posibilidad. Cómo saber cuándo algo es sincero y de verdad. Cuándo llegan para no terminar haciéndote daño. Tenía pavor. Pavor... Y este no me permitía ser yo en mi totalidad.
- Lo entiendo. Oye, necesito datos, necesito que me digas cómo es. Intentaré hacer un retrato robot con los detalles que me describas con la mayor precisión posible y empezaré mi búsqueda. De momento no puede andar lejos. Es pronto para eso.
- Sí, bueno. Han pasado tres días. _ le digo, con la cabeza cabizbaja y con los ojos llenos de lágrimas. Agarro mi café y con la mano un poco temblorosa, me lo llevo a la boca y me lo termino de beber _.
- No te vengas abajo, te necesito con templanza. La encontraré. Soy bueno en mi trabajo. No es el primer caso de desaparición en el que me involucro _ me dice, seguro de sí mismo, o quizá procurándome consuelo _. Y ahora, cuéntame.
- Pues... _ me concentro en su imagen, muerdo mis labios, aprieto mi mano sobre mi mentón, y continúo _ tiene el color del mar en los ojos y el de la arena en su pelo. Es medio mujer y medio pájaro. Sus alas son enormes y suaves como la muselina. Su boquita de pico asoma cuando se pone coqueta o vacilona. Sus ojos brillan cuando está feliz. Y taciturnos, cuando no tiene nada claro y el mundo le duele. ¡Espera! _ me detengo; acabo de recordar que llevo una foto suya en mi cartera _.
- ¿Qué pasa?
- Toma, Marc. Esto te servirá mejor que un inexacto retrato robot.
- ¿Es ella? _ se asombra _ ¡Vaya...! Era verdad lo de sus alas... Hay muy pocos ejemplares de mujer pájaro, como ella.
- Lo sé. Tienes que encontrarla.
- Lo haré. Daré con su paradero. _ Se queda mirando el retrato un momento, me mira, y después de un silencio, dice _ ¿Qué crees que vio en ti? Es decir, eres un gato, o sea, tú tampoco posees solo ancestros humanos, ¡tú tienes sangre felina! se supone que vuestra naturaleza no casa. Así que, ¿qué vio en ti para haberse permitido la comodidad de quedarse contigo sabiendo que no le harías daño? Pues, parece que sintiera esa seguridad contigo.
- No lo sé. No sé qué tengo o si tengo algo. Pero ella sabía que podía cerrar sus ojos, que yo no le haría daño jamás. Da igual que seamos especies prácticamente opuestas y enfrentadas. Yo le amo. Eso es todo.
- Está bien. Eso lo entiendo. No te quiero desesperanzar pero este es un caso complejo. Es decir, ha desaparecido sin más. Sin dejar rastro. Y no sabemos si se ha ido o si le han cazado. Y esto no sería tan extraño con un ejemplar tan escaso como es ella.
- Ya lo sé. No me estás diciendo nada nuevo; es algo de lo que soy consciente. Pero creo que si se ha ido a propósito, volverá. Volverá si de verdad alguna vez fue feliz conmigo. Si de verdad me ha querido. El amor sincero, es algo que se acaba echando de menos _ le digo, triste _. Pero si le han raptado... te juro que moveré cielo y tierra por vengarme.
- Y yo te ayudaré _ me asegura _. Te informaré de todo. De momento no necesito saber más. En tal caso, te telefonearé. _ concluye _.
- De acuerdo. Nos vemos, Marc. Gracias.
 
Me guiña el ojo. Sabe que confío en él. Atravieso el despacho, viro el pomo de la puerta y dejo que se cierre a mi paso; dejo tras de mí una sombra melancólica.
 
Me pierdo por las calles. Dejo que pase el tiempo. Mato las horas o tal vez soy yo quien muero en cada minuto que transcurre. Todo me pesa.
 
La verdad es que no paro de darle vueltas a esa pregunta que me ha hecho Marc. ‘Qué vio en mí.’ A veces pienso que solo fue mi calma quien le abrazó en sus días de caos, cuando sus alas se enganchaban entre las ramas de ese 'no puedo contra tanto.' Otras, me parece que solo fui un reto complicado que conseguir. No sé. Tal vez desvaríe. Pero sé que nunca seré un ser perfecto, pero me quiero así, con fallos y errores, sino, sería demasiado aburrido no tener que aprender nunca nada nuevo. La perfección. Qué es la perfección. Yo, no la quiero.
 
Después de un día más de una latente infelicidad, he llegado a mi apartamento. Puerta 027. Tiro las llaves en la mesita del recibidor. Cojo una botella del mueble bar y me sirvo un trago. Necesito dejar de pensar. Necesito darme un respiro. Creo que esta situación me está consumiendo. Es el no entender nada. No saber qué pasa o qué ha pasado. Cómo se ha ido. Por qué. Bebo. Uf, esta mierda está muy fuerte para mí. Abro la nevera, opto por coger una lata bien fría de cerveza rubia. Como su pelo. Mierda. Me la bebo de dos tragos. Necesito dejar de pensar. Ya, rápido. Sí, joder. Olvidar. Olvidar por un momento que todo esto me duele. ¿Logrará Marc encontrarla? Joder, no entiendo nada. Vuelvo a por otra lata. Un trago, dos tragos. Acabada. Necesito más. Me siento con la desesperación pisándome fuerte los talones. Tengo la adrenalina bombardeando mi pecho. Clamándome explicaciones. Me grita que haga algo de inmediato. Pero no puedo. No puedo hacer más de lo que ya hago. De mientras, solo pienso en dejar de pensar por un momento que todo está perdido y que sin ella, mi corazón no vale nada. Una tercera cerveza. Una cuarta. Una quinta. Mis párpados ya me pesan. Son las 4:15 de la mañana. No quiero dormir. Pero tanto alcohol me está apagando el insomnio. Me duermo.
 
7:05 am Suena la alarma. Abro los ojos. Fijo la mirada hacia la ventana y me quedo cavilando por un momento. Hay tanto que hacer, y siento tan poca vitalidad. He dormido una mierda pero aun así me levanto de la cama y me visto. Preparo un café, tengo que ponerme de cafeína hasta el culo para activarme. Maldita resaca. Qué dolor más agudo de cabeza.
Suena el teléfono. Corro para responder, con algún atisbo de esperanza.
 
- ¿Sí?
- Soy yo, Marc.
- Ah hola, Marc, ¿qué pasa?
- Tengo una pista _ el corazón se me acelera _ Esta noche ha pasado algo muy raro. Estaba en un antro. Parecía todo normal hasta que vi a un individuo un tanto sospechoso. Al principio solo fue una impresión. Hasta que me fijé en sus botas, y vi manchas de sangre. Joder en una de las suelas tenía pegada una pluma.
- ¿Una pluma? _ pregunto impresionado, siento que me va a estallar la cabeza _.
- Sí, una pluma. Exacta a la de tu mujer pájaro. Pero no nos precipitemos, no estoy seguro de que se trate de ella. Le he seguido hasta un motel de mala muerte. El recepcionista me ha dicho que no puede darme datos personales, pero me asegura que ha entrado solo. No creo que ella esté ahí. Si es que se trata de ella.
- Dime de inmediato la dirección, voy para allá.
- No creo que sea buena idea que tú...
- Estamos juntos en esto, ¿no? _ le interrumpo alzando el volumen de mi voz _ Tienes que decírmelo.
- Está bien, de acuerdo. Te envío un mensaje con la dirección. Te espero aquí. En el interior del coche. Ya sabes cuál es.
 
Cuelgo. Me bebo el café de mala gana y recibo un mensaje con la dirección tal y como me ha dicho Marc. Voy al baño, me cepillo los dientes, echo una meada y salgo pitando de aquí.
 
Busco en los bolsillos de mi chaqueta vaquera las llaves de la moto. Subo en ella, arranco el motor. Ya voy para allá. Ahora es todo o nada. Y te juro que haré cualquier cosa por ti, cariño. Me adentro en la carretera. Exceso de velocidad. Veo a todos los vehículos moverse como ráfagas a mi lado.
 
Allí está. El viejo coche negro de Marc. Toco con los nudillos sobre la ventanilla para advertir mi llegada y entro sin permiso en el asiento copiloto.
 
- ¿Alguna novedad? _ le digo _
- Ha llegado un tipo hace unos 15 min. Llevaba una bolsa oscura en la mano, habrá estado tan solo unos 5 min en el interior, y a la salida ya no llevaba esa bolsa. Todo esto me escama mucho. Pero no podemos hacer nada ahora mismo.
- ¿Por qué? Voy a entrar ahora mismo ahí, le romperé la cara a ese hijo de puta, le sacaré las palabras y luego sus entrañas _  grito _.
- Para, para, para. Y baja la maldita voz. Eso está muy bien, pero, ¿qué consigues? No tenemos pruebas de lo que verdaderamente está ocurriendo. Tenemos que tener paciencia y esperar a que haga un movimiento que nos lleve a su guarida. Allí descubriremos todo este pastel _ dice convencido _.
- Tienes razón, perdona. _ me calmo, o lo intento _.
- Guárdate toda esa ira para el momento de la acción, si es que tenemos que actuar _ me recalca _. De momento no es el caso. Ya te he dicho que no hay nada en claro aún. Vamos a esperar.
 
Tras 48 largos min, y con los posavasos del coche ya a rebosar de vasitos desechables de café para mi jodida resaca, de pronto, y por fin, se abre la puerta de la habitación del sospechoso. Empieza a sudarme la frente de los nervios, y Marc agarra paciente la llave, ya introducida en la toma de contacto, mientras vemos cómo el individuo sube a su vehículo. Cuando este arranca y se pasea por delante nuestra, activamos el motor y le seguimos con precaución. Una vez por carretera intentamos mantener una distancia de dos, tres coches por detrás, para que no nos pueda descubrir. Entre toda la cafeína que llevo en el cuerpo más la emoción acelerada por la situación, tengo la adrenalina a tope. Pasa el tiempo, y el viaje no parece corto; hemos salido de la ciudad, y parece que nos llevará hasta algún lugar apartado. Maldito cabrón, estoy deseando de saber qué ocurre aquí.
 
1h50min después, acabamos en algún pequeño pueblo de mierda. Todo aquí está impregnado de la frialdad de las calles vacías. Perfecto lugar si quieres que no te encuentren.
Estaciona en un arenal, y nosotros con la distancia guardada, aparcamos cerca, donde mantenemos a ese hijo’puta a la vista. Vemos cómo baja del coche, y empieza a caminar ligero. Su forma de andar es peculiar, balancea un brazo con los hombros en desequilibrio. Viste por completo de oscuro, y lleva una gorra con la visera hacia atrás, con la que tan solo deja asomar el flequillo a un lado de su frente. Lleva una mochila azul colgando de un hombro. Parece abultada. Tal vez ahí lleve la bolsa que le dejó el otro tipo. Salimos del coche cuando está lo suficientemente lejos para ir tras él. La calle parece recta, formando una ligera pendiente abajo; no hay manera de perderle la pista. Se para en seco. Paramos. Se saca unas llaves del bolsillo derecho del pantalón y se acerca a una casita con una fachada deplorable. Parece vieja y abandonada. Entra. Nos acercamos a paso ligero. Llegamos frente a la puerta. Escuchamos el eco de unas pisadas alejándose. Asomo mi cara por la ventana, donde esta deja ver un poco del interior. Está todo vacío. De ahí el eco de cada sonido. Marc pone en práctica sus artimañas de detective para abrir la cerradura. En breve, consigue abrir la puerta. Jodido genio. Entra con sigilo, y yo le sigo justo tras sus pasos. Veo cómo saca un objeto del bolsillo de la pechera en el interior de su chaqueta. Es un arma. Una Walther PPK. Caminamos con total sigilo y seguimos el rastro de los sonidos a lo lejos. Vemos la sombra de su silueta asomando a través del pasillo, desde el interior de una habitación. Nos quedamos allí a la espera. Con la mira perfecta en la pared agujereada y llena de boquetes. Es como si la hubieran intentado echar abajo. Malamente. Ahí está. Ha dejado la mochila sobre una mesa de madera mohosa. Vemos cómo saca con cuidado una bolsa. Debe ser la bolsa de la que habló Marc, antes. La desenvuelve, la abre y empieza a sacar una fina navaja afilada con el mango de asta de ciervo. Parece que hay algo más. Mete la mano y deja asomar un pequeño revolver. Una Colt phyton de unas 2.5’’. Y por último... Dios, pero qué coño... Es un hacha vikinga, joder ¡un hacha vikinga! Marc y yo nos miramos cómplices. No entendemos nada. Qué querrá hacer con todo eso. Parece que se recrea con ella. Su boca deja escapar una sonrisilla maliciosa. Parece que las otras dos armas no le interesan. Y se queda con ese bestial hacha apretado entre sus manos. De pronto enciende una luz. La habitación se llena de claridad y ahora todo puede verse con mayor precisión. La habitación es larga y a medida que se mueve, nosotros también nos vamos moviendo para poder tenerlo visible. Se detiene.
 
- Te las voy a arrancar de cuajo, puta _ dice muy tranquilo pero con tono amenazante _.
 
En ese mismo momento, alcanzamos a ver a alguien más. Una mujer colgada tal como si se tratase de piezas de animal para orear la carne. Está de espaldas, y no podemos llegar a ver su rostro. Pero por el aspecto, pareciera que lleve días aquí. Sus manos están presas, atadas por una cuerda gruesa que cuelga de una barra de hierro instalada en el techo. Esto parece una sala de juegos salvajes para criminales sin piedad alguna. Mi pecho empieza a golpearme fuerte. Me inquieto. Marc se coloca, de nuevo, por delante mía y entonces podemos ver moverse unas alas. ¡Unas alas! Ese cabron alza los brazos con el ojal a punto de caer cuando Marc pega un salto, y se descubre ante el tipo.
 
- ¡Alto! _ grita, mientras lo apunta con el arma, y yo me apresuro a su paso. El criminal pega la vuelta para observarnos asombrado _.
- ¿Quién coño sois vosotros?, ¿De dónde habéis salido? _dice, con esa voz ruda y agresiva _.
- Tira ahora mismo esa mierda _dice Marc. Yo observo, esperando impaciente para atacar. Miro a la chica. Las alas son exactas a la de mi chica pájaro. Pero no lo sé. Creo que es ella. Es ella, joder _.
- Está bien, hermano. Tranquilo _ suelta el hacha hacia un lado _. No sé qué hacéis aquí, pero no vale la pena mover un dedo por esta pajarita.
- ¡Maldito cabrón! _ me avalanzo hacia él, lo golpeo con rabia. Salpica sangre de su nariz. Me tira al suelo, y me devuelve los golpes; me resisto. Marc sigue apuntándole, pero no puede disparar conmigo si estoy en medio de la mira del revólver _.
-¡Maldita sea, gato! _ me grita Marc _.
 
Tengo al tipo encima mía. Me golpea la cara con fuerza y puedo notar la sangre resbalar. Nada me importa. El cabrón es grande y pesado, pero mi ira aún más. Saco las zarpas más afiladas que aquella navaja sobre la mesa de madera mohosa, y le araño el cuello. Sangra. Parece un corte profundo. Se detiene para taponarse la hemorragia y aprovecho. Le agarro del pelo y le golpeo el estómago con la rodilla, cae al suelo. Marc lo derrumba con un golpe seco con la culata. Se desmaya. Corro a por la chica. Le quito las cuerdas. La sujeto y la dejo caer con cuidado sobre el suelo. Le aparto el pelo de la cara. Mierda... No es ella. Parecía ella. Las alas son exactas y por la espalda... por la espalda son iguales. Siento una sensación muy extraña y triste. Me alegro porque no sea ella, no quisiera verla en una situación como esta, pero por otro lado... ella sigue perdida por ahí y no sé dónde. El tiempo corre como un reloj de arena y siento que cada minuto que pasa la siento más lejos de mí. Me caen las lágrimas sobre el rostro. Marc me mira.
 
- ¿Pero qué pasa? _ dice asustado _.
- Nada, está bien... Pero no es mi chica pájaro.
- Oh... Lo siento.
- Bueno, todo sea por haber salvado a esta pobre chica _ digo, buscando un consuelo _.
- Sí. Por supuesto.
 
Marc ha llamado a la policía. Pasado un rato oímos las sirenas. El tipo sigue desmayado. Pese a todo, ha valido la pena.
Entran los agentes acompañados por los chicos de emergencias. Ya se ocupan ellos. Marc se queda narrando todo al jefe de policía. Atienden las heridas de la chica. Está magullada y deshidratada. Yo continúo triste, pese a todo el bien que hemos hecho por esta preciosa pajarita. Una sanitaria se acerca a mí para cuidar el destrozo de mi cara. Las lágrimas que me resbalan, hacen que me duela, que me escueza. Me agarra de las manos y me venda los puños después de hacerme rabiar de escozor con el jodido alcohol oxigenado. Pero duele más toda esta pena que cuelgo de los ojos. No digo nada. Me limito a no decir nada. Me dejo curar.
 
Han pasado días. No sé nada de Marc ni él sabe nada de mí. Aquel día me fui de allí. Me notó tan hundido que quizá me haya querido dar un respiro. He acumulado vidrios de cerveza en el salón de mi apartamento. Ni siquiera he tocado la cama. Me hice un sitio en el sofá y no me he movido. Apenas duermo. No he comido. Solo beber. Beber. Beber. Creo que he debido de perder kilos. No me extrañaría. El estómago me ruge fuerte. No para. Parece que está a punto de devorarme. Mi cuerpo debe odiarme. Me rindo. Llamo a la pizzería y encargo para que me traigan una peperoni. Y más cerveza.
 
Una vez saciado mi estómago decido tumbarme en el mismo suelo, mirando al techo. Intento dejar la mente en blanco. No puedo. Suena el timbre. Me levanto y arrastro los pies hasta la puerta. Abro. Es Marc.
 
- Dios, gato... te veo fatal...
- Gracias por tu sinceridad, amigo _ respondo indiferente. Le dejo paso, y se pasea hasta el salón _.
- ¿Pero qué tienes formado aquí?_ se lleva las manos a la cabeza _. Mierda, ya me olía yo que estarías así. Y por eso he venido.
- Ve al grano, Marc. Oye, ¿te has enterado de quién era el tipo aquel?
- Sí, un pirado obsesionado con las mujeres pájaro. Llevaba estudiando todo aquello durante meses, hasta que consiguió atrapar a aquella chica, por simple azar, la que sería su primera víctima. Por alguna razón que no comprendo, repudia las alas. Pretendía mutilarla.
- Dios... _ me aterro al pensarlo _ es horrible.
- Sí... menos mal que conseguimos detenerlo.
- Mierda, ¿y mi chica pájaro? ¿Tienes alguna novedad?
- Ninguna. Por más que busco y por más que persigo posibles pistas, no atino. No hay manera. Pero...
- ¿Pero qué?
- Verás... no te lo he dicho antes, pero hay un modo de saber qué ha pasado con tu chica.
- ¿Un modo?, ¿cuál modo? _ me intriga _.
- Conozco a un tipo... _ balbucea misterioso _.
- Joder Marc, me estás poniendo de los nervios, ¿qué tipo?, ¿qué pasa? Dilo ya de una vez _le alzo la voz_.
- Conozco a un tipo científico. Es inventor. Posee un máquina del tiempo.
- ¿Una máquina del tiempo? Para qué, ¿para adelantarlo y que se me cure este dolor? El tiempo nada lo cura. Esto no. Esto será inolvidable.
- Déjame terminar, joder. Esa máquina del tiempo no es para ir al futuro. Eso no es posible. Es para regresar al pasado. Tu cuerpo viaja hasta el momento exacto que quieras programar y entonces podrás verte a ti mismo con ella. Justo donde desapareció. Así comprobaremos qué ocurrió. Iré contigo.
- Pero, ¿por qué no lo has dicho antes? _ le grito _.
- Porque aunque es la solución más rápida para averiguar estas cosas, muchos de mis clientes que han decidido transportarse al pasado, no han regresado de él.
- ¿Cómo que no han regresado? Es que, ¿la máquina falla?
- No. No se trata de eso. Se trata de que a veces cuando perdemos a alguien, no podemos vivir sin su ausencia. Enloquecemos. Pero es un proceso. Este duelo lo pasamos todos. Y hay que asumirlo sin aferrarse al pasado. Uno de mis clientes vuelve al pasado cada día. Está obsesionado con volver a ver a su mujer, quien falleció. Pero yo creo que se hace mucho más daño así, manteniendo tan vivo el recuerdo, teniendo la falsa sensación de estar con ella. Pero no lo está. Viajas hasta allí, pero tú no vives allí. Es solo una visión 3D de máxima calidad. Es decir, puedes sentir, oler, tocar. Pero nada de lo que hay allí te ve a ti, ni te oye, ni te siente. No existe reciprocidad. Y ese pobre loco se conforma con recordar con minucia cada cosa que vivió con ella, cómo ella reía y lo miraba. Pero todo eso ya no está vivo ¿Lo entiendes? Es solo un recuerdo. Una imagen. _ recalca _.
- Lo entiendo _ respondo con pena _.
- Simplemente no quiero que te ocurra eso a ti. Por eso no te lo he dicho antes.
- Está bien, no te preocupes, de verdad que lo entiendo. ¿Cuándo podré ver esa máquina?
- Bueno, tendría que llamar a Álex. Él es el inventor y dueño de la máquina. Concertaré una cita con él. Lo puedo llamar ahora mismo si quieres.
- Llámalo ya, sí, no esperemos más _me emociono solo con imaginar que ya al fin tendré respuestas_.
 
Marc agarra su móvil, busca en la lista de contactos y llama. Se aleja hacia la entrada del apartamento buscando un poco de privacidad o de silencio, puesto que empieza a entrar por la ventana, el ruido de los chiquillos del barrio, jugando. Después de casi 10 minutos, vuelve.
 
-Vamos, arréglate un poco ahora mismo, nos marchamos _ dice _.
- ¿Ya? _ me asombro _.
- Sí, ya.
 
Me levanto de un salto y aligero hacia el dormitorio, cojo ropa limpia, y me meto en la ducha. En cinco minutos he acabado. Sin decirnos más nada, nos largamos.
 
 
Y aquí estamos. Frente a un edificio lujoso, en el que seguramente solo vivan pijos ricos. Por lo que ya puedo aventurarme en imaginar con qué tipo de persona me las voy a ver ahora. Probablemente se trate de un hombre culto y delicado, y con buena ropa, siempre nueva, de marca y acicalada. Después de montarme una película en la cabeza, Marc llama al porterillo, y después de que contesten, pronuncia una especie de clave, y entonces nos brindan acceso hacia el interior del edificio. Cogemos el ascensor hacia la quinta planta. A medida que nos elevamos, me late mucho más fuerte el pecho. Ya tengo las respuestas. Están aquí. Están aquí ya. El ascensor para, y se abren las puertas. Paseamos por un largo y ancho pasillo hasta encontrarnos con la puerta de Álex. Y justo cuando llegamos, se abre.
 
- ¡Hola! _ nos recibe _.
- Qué tal, Álex _ responde Marc. Enseguida se acercan para darse unas palmadas en la espalda. Se nota que se tienen cariño. Yo me sorprendo, no por tanto afecto que derrocha este señor, sino porque no tiene nada que ver con lo que imaginé. Parece un hombre sencillo, nada ostentoso. Prejuicios. Putos prejuicios. Nada nunca es lo que parece desde fuera _.
- Por favor, pasad _ dice con un tono muy dinámico _. Tengo la máquina preparada. Está allí al fondo. Vamos te la enseñaré _ dice girándose para dirigirse a mí _. Imagino que ya te ha explicado Marc, de qué trata.
- Sí _ le contesto _.
- Bien, siéntate por aquí, por favor _ señala hacia el asiento en el interior de la máquina. Su aspecto me recuerda a una de esas fotomatón, pero con mucha más cabida. Su interior es espectacular. Dios, es una máquina de esas de película, pero hecha realidad. No lo puedo creer. Todo es tan extraño _.
- Para qué son todos estos cables _ pregunto con total ansiedad _.
- Son necesarios para recoger tus pulsaciones. En caso de arritmia, ansiedad, hipertensión... tendría que sacarte del pasado, enseguida, para evitar que derive a algo mayor.
- ¿Qué quieres decir con “derivar a algo mayor”? _ esta idea de la máquina ya empieza a asustarme _.
- Calma _ se echa a reír _. Esto es como todos esos papeles que debes firmar antes de que te asistan en algún tipo de cirugía u operación. Te dan un montón de papeles con muchas cosas que decir, que casi nadie se lee, pero... debes firmar... por si acaso, y así nadie entra en polémicas legales. Bien pues, todo este montón de cables sirven un tanto así. Todo esto es para prevenir cualquier incidente. Todo, lógicamente está bajo control, pero siempre hay que ser prudente y tomar una serie de medidas, por si algo fallara.
- Está bien _ le digo, aunque no dejo de sentir un puñado de nervios bajo mi estómago _.
- Verás, te explico _ continúa _. Hay ciertos casos, en los que un cliente puede emocionarse tanto con la visión realista que esta máquina ofrece, que ha podido llegar a sufrir espasmos o incluso perder el conocimiento. Y luego ha sido complicado poder hacerle reaccionar. Por ello, te tengo que tomar la tensión y hacer una serie de pruebas médicas para asegurarme de que accedes al pasado, sin miedo, sin nervios, y con pleno conocimiento de lo que vas a encontrar ahí.
- Creo que será mejor que se tome algo antes _ sugiere Marc _. Le conozco y sé que ahora mismo no está bien.
- Joder, Marc  _ replico _.
- Tengo razón y lo sabes. Siempre dices que todo está bien pero nunca está bien. Y esto es serio. Tienes que tranquilizarte primero o estaremos perdiendo el tiempo haciendo prueba tras prueba hasta que te calmes, y así solo conseguiremos que te ataques más.
- Tienes razón. No, no estoy bien. Necesito calmarme _ confieso _.
- No hay problema _ dice Álex. Abre una pequeña nevera y saca una botellita de unos 0,33 L _. Bébete esto. Es un tónico hecho a base de frutas naturales. Contiene valeriana y otras propiedad contra el estrés y la ansiedad. Es un remedio casero que utilizo para estos casos en concreto. _ Agarro la pequeña botella, y comienzo a sorber _.
- Pues está bueno _ digo, y ellos sonríen _.
- Bueno gato _me dice Marc_ te dije que te acompañaría al pasado, y eso haré, pero yo no necesitaré estas pruebas. No es la primera vez que acompaño a un paciente, y tú y yo somos amigos, así que será más especial. No dejaré que en ningún momento te sientas mal.
- Gracias _ me emociono _.
 
Cuando acabo de beber el tónico, el doctor, me toma la tensión, la presión de las arterias, me ausculta y me tranquiliza con su manera de hablar tan pausada y segura. Comienza a conectarme los cables en pecho y espalda, brazos y muñecas. Me coloca una especie de gafas futuristas y no veo nada. Es un poco inquietante pero aun así, siento seguridad. Escucho cómo Marc pasa a mi lado y oigo los ruidos del trapicheo de cables.
 
- Bien, _ dice el doctor _ a continuación vais a viajar juntos al pasado. Allí, en el momento exacto donde la viste por última vez. Tan solo tienes que canalizar ese instante de antes en el que ella desapareció y aparecerás allí. A partir de que conectes con el pasado, no podrás escucharme, como tampoco verme. Es como si no estuvieras físicamente aquí.
- Adelante, gato. Estaré contigo _ dice Marc _. Vamos a comprobar de una vez qué ocurrió.
- Sí... Vamos _ digo, con ganas de saber _.
 
Sigo viendo oscuridad. Pero imagino con toda mi voluntad y de la manera más exacta que puedo recordar, la escena que nos rodeaba a ella y a mí. De pronto veo un pequeño destello. Se hace la luz. Blanco. Todo blanco. Más blanco. Solo blanco. Me veo... Despido una mirada enamorada furtiva hacia su rostro. La veo... Siento que me resbala una lágrima. Puede que varias. No me puedo creer que esto sea real. Que la pueda estar viendo. A mí, a ella. Empiezo a emocionarme. De repente siento una mano apretarme el hombro. Es Marc.
 
- Venga, gato. No te vengas abajo. Tenemos que ver esto.
-Sí... _ balbuceo en un lamento _.
 
Ahí nos veo. En el restaurante que más nos gustaba de la ciudad. Ella, preciosa, me mira. Ahora recuerdo que, estábamos allí porque intentábamos recuperar aquella magia del principio, aquella pasión. Creo que no se perdió, solo que, no vivíamos nuestro mejor momento a nivel personal, y eso, afectaba en la calidad de pareja. Pero el enamoramiento era el mismo, yo la amaba, tal y como aún sigo haciéndolo. Sabía que, solo era cuestión de esperar paciente a que los pequeños obstáculos dejaran de invadirnos para poder continuar con nuestros propios planes de vida en común. “Te quiero”, me repetía, mirándome a los ojos. Yo tan solo, me limitaba a sonreírle, como si con eso le bastase a ella.
 
- Joder _ digo _.
- ¿Qué pasa? _ me pregunta Marc_.
- ¿Por qué me mira así? ¿Por que no vi aquella mirada antes? Me mira triste. No percibí esto en ese momento.
- Claro, gatito... es que ahora, lo ves desde otra perspectiva...
 
Aquel “te quiero” era una llamada de atención. Me necesitaba. Necesitaba saber que yo también la amaba. Pero no hice nada. Di por hecho que ya debía saber qué sentía yo; pero hay momentos en los que, necesitamos que nos lo recuerden, aunque nos lo hayan repetido antes, unas mil veces. Y, eso quería ella. Oír que la amaba. Escuchar cómo le decía que saldríamos de toda esa mierda que intentaba vencernos. Pero, allí estaba, con sus alas caídas, igual que el valor que nunca tuve a demostrarle que lo quería todo con ella. Joder...
 
Veo cómo un camarero nos sirve la comida. Había entusiasmo en lo que hacíamos. Pero ahora siento un silencio un tanto incómodo, como si tuviéramos que hablar de algo importante y ni ella ni yo, nos decidiéramos a iniciar. Era miedo. Miedo de no saber explicarnos. Miedo de por dónde pudiera dispararse la sinceridad. Cuando acabamos la comida, miré hacia la ventana, y cuando giré la cabeza...
 
- ¡Ha desaparecido! ¡Se ha esfumado! _ dice Marc, anonadado e incomprensible _.
- Ahora lo entiendo todo... _ lloro _.
 
Estoy derramando lágrimas envenenadas de una doliente verdad. Ella, ya no era la misma. No es que no me quiera. Es que ya no es feliz. Y siente que nada de lo nuestro puede ya funcionar. Yo no pienso lo mismo. Pero lo que piense yo, ahora qué más da.
 
No solo desapareció ella. Desaparecieron sus fuerzas, sus ganas y la intensidad atrevida de su amor. Desaparecí incluso yo. Mis ganas de no vivir, que aún mantengo, porque no encuentro mejor razón, que la que tuve, teniéndola conmigo, dando vida a mi vida.
 
-Vámonos de aquí _ le digo casi sin voz, a Marc. Él aprieta el interruptor y aparecemos de nuevo en el presente _.
 
 
Han pasado 14 días desde que obtuve la verdad. La derrota. La impaciencia. Las ganas de vivir marchitas y el verla enjaulada en un noquieroesto, el quiero y no puedo, la insatisfacción. No me di cuenta. Todas las respuestas las tuve delante todo aquel tiempo y no supe verlas. Yo y mi maldita forma de creerme que las cosas se arreglan solas, con tiempo. Y no. Nunca es así. Hay que crear el momento, no esperarlo. Y ahora, es tarde. La perdí.
 
Agradezco a Marc y a Álex todo lo que hicieron por mí en este extraño periplo. Su apoyo, su fuerza. Pero no puedo. No siento que pueda contra nada. Ahora, tan solo quiero quedarme a solas conmigo y con mi tristeza. Odio profundamente estar sin ella. Odio no haber hecho todo lo que sí pude hacer. No sé si alguna vez decida, de nuevo, aparecer en mi vida, pero te aseguro que me muero porque aparezca y se quede. Se quede. Pero, cómo demostrar que la felicidad no es contínua, como tampoco lo es la pena, que son altibajos con los que hay que vivir, contra los que hay que luchar en conjunción, para apreciar con mejor precisión las pequeñas cosas que nos ofrece la alegría. Y sobre todo, cómo demostrar que puede superarlas... conmigo. Pero, es que quizá sea yo, que no le merezco. Y por más que yo quiera, y muera pensando que, para mí, siempre fue y es y será ella, tengo que respetar, que yo para ella no, ya no. Tal vez, al menos, viva con un poquito más de paz, sabiendo las respuestas.

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