Convertimos a nuestros traumas en nuestras cárceles, y ahí es cuando nos hacemos víctimas nosotros mismos, no las propias heridas, que también. Pero, sin querer, alargamos el dolor, lo zurcimos a nuestra piel para hacerlo inseparable y, de este modo, no olvidarlo nunca .

Aunque no se trata de olvidar, se trata de encontrar la paz, dejar de sentirnos vencidos para sabernos fuertes. Tú escoges cómo exponerte y cómo desafiar o afrontar a todo lo que llegue detrás. Cuando encuentras un cambio beneficioso en ti, a causa de un estado de sufrimiento, es cuando te das cuenta que absolutamente todo te ofrece un aprendizaje; ahí ya has ganado; dejas de sentir el terremoto que te desarma por dentro y al mismo tiempo dejas atrás ese rol débil y víctima para sentirte superviviente. Bienvenido a la versión avanzada de ti, esa en donde al final del todo, los sentimientos negativos, aunque lo intentan con todas sus fuerzas, no hacen de ti una presa de jaula. Tú ya eres más fuerte. Puedes salir.