La vida te enseña constantemente a soltar. Sueltas etapas, cosas o personas de las que no quieres deshacerte, pero hay circunstancias que te fuerzan a hacerlo .

Nace una fuerza de voluntad a base de obligación, tapas tus debilidades como quien esconde al sol con el dedo: haciendo como que no están, porque si no los miras de cara, no existen. Pero sí existen y es justo lo que va haciendo crecer una sombra tras de ti, la misma que te susurra a pie de tu cama, en la madrugada, trayéndote de visita a un embaucador insomnio que querrá hacerse crónico. Una vez más, tienes que soltar. A los miedos, a la nostalgia, al dolor. Tienes la catarsis en un laberinto y en ti la fobia de sentirte perdido. Pero qué es la vida sino un imparable impulso para coger fuerzas y seguir pese a todo. La obligación de hacerlo, el compromiso contigo mismo. Es la búsqueda de tu calma mental, a veces los capítulos de tu vida que se cierran para poder comenzar otros, en ocasiones por destino final. No es fácil. No es fácil, pero es así. La vida es un Escape Room al que no has decidido participar y tú un jugador entre tantos. Hay una pequeña habitación del pánico en tu cabeza, y algo escondida se encuentra una antesala que reúne toda la fuerza para saber mantenerte en pie, no sin dificultades, pero sí con ganas.