Regreso al pasado
25 May, 2022
Tiempo de lectura aprox. :
14 min.
+2 votos

Después de varios años sin vernos y sin tener el más mínimo contacto, me escribió un mensaje, seguíamos manteniendo el mismo número de teléfono, yo le contesté. Empezamos a retomar poco a poco la comunicación, y no sé cómo ni por qué, pero volvimos a ese juego de necesitar saber el uno del otro todo el rato .

Después de dos semanas, quedamos.
 
Qué guapa estaba joder, le di dos besos, aunque desee darle un abrazo, de esos con los que vuelves a casa con su perfume en la ropa, pero no lo hice, era todo muy raro. Hacía tres años que lo dejamos. No sé por qué lo dejamos, supongo que no supimos hacerlo del todo bien. Pero allí estábamos de nuevo, ella y yo.
 
- ¿Adónde te apetece ir, Paula? _ le dije_
- ¿Vamos a algún bar y nos tomamos unas copas?
- Venga.
 
Me sentía excitado, realmente emocionado, no sabía por qué, pero todavía tenía ese poder de hacerme sentir nervioso ante su presencia. Aunque no lo era, me sentía como en una nueva primera cita.
La miraba por el rabillo del ojo, mientras caminábamos bajo una noche fresca del verano, ella me rozaba el brazo con su brazo y esa sensación cálida me gustaba. Pero realmente no quería sentirme así, como tampoco quería pensar.
 
Abrí la puerta del bar y le dejé pasar primero, le seguí hasta tomar los asientos
del fondo, como antes, como siempre. Alcé la mano a la camarera y le pedí un whisky sour, ella un puerto de indias. La noche prometía ser interesante. Sonaba buena música, buen alcohol, un buen lugar y una buena compañía, porque aunque por un tiempo dejó de serlo, esa noche, volvía a sentirle así.
 
- Bueno, cuéntame Joel, ¿qué ha sido de ti en estos tres últimos años? _me preguntó con una sonrisa, mirándome fijamente a los ojos_.
- Ya sabes, después de dejarlo, necesité desaparecer.
- ¿Desaparecer? _interrumpió. Y justo en ese momento llegaron las copas, pegué un sorbo de buena gana a la mía. Estaba bien fría, tal como debía de estar; notaba cómo bajaba y rajaba a través de la garganta. La miré y continué_.
-Sí, desaparecer. No me apetecía poder encontrarte por la misma ciudad, y no saber cómo reaccionar. No acabamos bien, y lo sabes.
- Lo sé.
- Así que _proseguí_ me fui de aventura a la Costa de Málaga, y encontré trabajo después de una temporada buscándolo. Al principio fue realmente frustrante, pero con el tiempo las cosas iban mejorando. Cuestión de actitud, sobre todo, supongo.
- ¿Y cómo has acabado de nuevo en la ciudad? _preguntó_.
- Bueno, porque las cosas no duran para siempre, eso no se aplica solo a las relaciones, Paulita _dije vacilón mientras sonreía. Ella sonrió_. Echaba de menos esto, la verdad.
- ¿Y me has echado de menos a mí? _me preguntó, pícara_.
Me eché a reír y le dije
- Me sorprende que me lo preguntes, nena.
- ¿Por qué? _reía. Después mojó sus labios en su bebida. Yo la observaba_.
- Bueno, tú ya sabes por qué.
- No, no lo sé.
- Prefiero no contestar. Acaso, ¿tú sí me has echado de menos?
- Puede ser _dijo_.
- ¿Puede ser? _reí, y pegué otro largo trago a mi copa_.
- Mira Joel, _empezó a ponerse seria_ sé perfectamente que tú y yo lo pasamos muy mal. Fue una ruptura dura.
- Y tan mal _repliqué_
- Pero lo nuestro fue algo realmente bonito, pese a toda la mierda que nos llegamos a decir al final. Tuvimos muy buenos momentos. Así que, sí, he echado de menos a esos momentos _dejó pasar un breve silencio_. Y te he echado de menos a ti.
 
Joder, desde luego no me espera oír aquello. No sabía qué decir, ni adónde mirar, solo vi de pronto el fondo de mi copa vacía y me apresuré a pedir otra.
Me sequé el sudor de la frente, esa noche no hacía calor, pero yo estaba poniéndome muy nervioso. Mordí mis labios. Sentí cómo la camisa trotaba sobre la inquietud de mis latidos. Estaba a cien. Me iba a dar algo.
 
- Bueno, ¿no dices nada? _ me dijo, mientras me clavaba los ojos, esos jodidos ojos que me volvieron loco cuando la conocí_.
- Paula... _suspiré_ pienso igual que tú. Pero, ¿y qué? Es decir, todo eso ya ha pasado, y no quiero pensar en todo aquello. De alguna manera u otra, todavía hiere. Me hiere. No sé a ti, pero a mí me revienta la cabeza pensar que pudimos estar muy bien, que podríamos estar muy bien, y no fue así, no es así. Por tanto, todo eso es pasado. _Llegó mi copa, empecé a sorber_.
- No estoy aquí para discutir, Joel.
- Yo tampoco _mi aspecto en ese momento era tenso y cabreado. Ella acabó su puerto de indias y pidió otro_.
- Vamos a estar bien, ¿vale? _me dijo, mientras me calmaba con su sonrisa. Yo me limité a asentir con la cabeza_.
 
Bebió lentamente de su nueva copa. Sus piernas cruzadas se balanceaban, yo las miraba embobado. Mi cabeza me hablaba. Yo no le hacía caso. Intentaba centrarme en la música y en el momento. Parecíamos centrados escuchando la canción que sonaba, “Bad and Boujee”. Luego me distraje mirando el contoneo de una chica entrando por la puerta, y de pronto noté las manos de Paula sobre mi rodilla, me apretaba suave, y mientras se inclinaba hacía mí, dijo
- ¿Te parecería mejor compañia, ella? _sonreía, y yo me eché a reír_.
- Estoy bien donde estoy _dije_.
- Seguro que sí _vaciló_.
Ella seguía con su mano sobre mi rodilla, y me miraba, me seguía mirando, así que yo la miraba a ella, y joder qué ojos, esos jodidos ojos seguían teniendo efecto en mí cada vez que me clavaban sus pupilas. Sonreí. Ella se acercó un poco más a mí, y sin decir nada, me acarició la cara. Su tacto era cálido, agradable. De repente recordé todas las veces en que se quedaba acariciándome, cuando estábamos juntos. Sentí una fuerte nostalgia. Debió notarlo.
 
-¿Qué te pasa, cariño? _dijo_.
- ¿Cariño? _repliqué, confuso_.
- Sí, bueno, ¿ya no te puedo llamar así?
- Solo me llamabas así cuando...
- Cuando estábamos juntos _terminó por mí_. Ya, ya lo sé. Se me ha escapado.
 
Esto es una mierda, pensé. Cómo ser amigo de una persona a la que has amado tanto. No se puede. O quizá sí, quizá si no siguiera echando tanto de menos estar con ella... No lo dejamos por dejar de sentir, lo dejamos por todos los jodidos desencuentros que teníamos, y nos enfriamos, pero... esos sentimientos no se fueron.... y aunque lo pareciera, no sé ya si se largaron alguna vez. Parecen resurgir cada vez que se acerca a mí. Si no hubiera quedado con ella... pero teniéndola tan cerca, yo... yo me muero por sentirla, me decía la vocecita en mi cabeza.
 
De pronto no sé qué paso, que tenía sus labios sobre mis labios, y mis manos rodeando su cuello con delicadeza. Nos besábamos, nos comíamos, era emocionante. Nada importaba, más que lo que sentí en ese instante. Paramos unos segundos, con su frente apoyada sobre la mía, y sus ojos cerrados, yo le miraba, dejé caer mi aliento mientras le acariciaba la boca con la mía, de un extremo a otro, lento, despacito. Ella se dejaba. Yo me dejaba. Joder, joder no está pasando, pensé. Noté bombear rápido y fuerte mi corazón, y estoy seguro de que este estaba loco por ella. Que nunca lo había dejado de estar.
 
La solté, alejaba mi cuerpo de ella lentamente, ella abrió los ojos, y le dije
- Bueno, Paulita, ¿y qué has hecho tú últimamente? _seguramente queríamos follar más que hablar, pero allí seguíamos en aquel bar_.
- Bueno, yo _se apretó los labios, se los humedeció, pegó un sorbo de su copa y se tomó su tiempo para contestar_. Yo terminé la carrera y al tiempo me salió empleo de lo mío. No me quejo. Ahora vivo sola, y me siento bien, siento que estoy en una buena etapa de mi vida.
- Vaya, me alegra oír eso _le dije sonriendo_.
- Gracias _ me devolvió la sonrisa_.
 
Habían pasado ya varias horas. El tiempo parecía correr. Cuando estás realmente a gusto con alguien es cuando menos se nota la velocidad del tiempo, y de pronto cuando crees que han pasado unos minutos, realmente ha sido una hora, y después otra. Habíamos bebido alguna copa más, y ya no nos apetecía seguir allí, así que pagué la cuenta, salimos del bar y caminamos un largo trecho. Y allí estábamos frente a su piso. Me invitó a subir, y yo, con esas ganas enormes de seguir con ella, por supuesto no me negué.


Una vez allí arriba, acomodado en el sofá, nos sirvió agua fresca, puso música de fondo en el tocadiscos a medio volumen, era tarde; se escuchaba de lujo. Pero la vocecita de mi cabeza era más alta. Tenía unas ganas tremendas de abrazarla. Abrazarla como antes. Así que me levanté del asiento y fui a por ella. No lo pensé. Se sorprendió. La tenía cerca, tan cerca. Podía olerle el perfume en su cuello, tan dulce. Tan dulce como siempre. Era el mismo. Ella dejó caer sus brazos sobre mis hombros, alrededor de mi cuello, y apretó. Podía sentir que ella también sentía lo mismo. Amor. Amor. Todavía había amor.
 
- Joel... _susurró en un suspiro_.
- ¿Sí?
. Te quiero _acabó diciendo después de un silencio intenso, luego acabó apretándome aún más fuerte como si no quisiera que me fuese_.
 
Entonces la solté de inmediato. La miré a los ojos, no me lo creía. No creía volver a oír cómo me lo decía. Pero era verdad. Sus ojos no mentían. Volví a verle el brillo. Ese brillo que dejé de ver en el momento en que me dijo que ya no íbamos a estar más juntos. Se me fue la cabeza en ese mismo instante. Me abalancé a por ella, de nuevo la agarré de la cintura, esa cintura que me tenía loco, la alcé y me rodeó con sus piernas, la dejé caer sobre el sofá, y me dejé caer yo, enseguida, sobre su cuerpo. La besaba con unas ganas indomables, como si mañana no fuera a suceder. Me quitó la camisa, y también se desvistió. Le desabroché el sujetador, y se lo arranqué con los dientes, lo dejé caer a un lado, al suelo. Y actué sin pensar entre cada centímetro de su piel. Le lamía, le besaba, le tenía con mis manos y la tocaba con una pasión multiplicada. La tenía envuelta en mis caricias, y ella me poseía con sus dedos apretando entre mi pelo, y me empujaba contra ella. Cómo me gustaba.
La noche fue desenvolviendo con desmesura su trampa para amantes, y ahí estábamos los dos, ella y yo, de nuevo, ahora salvando a las heridas con saliva. Todas las palabras que dijimos de más un día, ya no dolían. Ya eran ceniza para cenicero.
 
Se abrió la mañana, y aparecimos abrazados en su cama, habíamos acabado durmiendo allí. Ella seguía dormida. Yo la miraba, y acaricié su mejilla durante un rato. Despertó. Me miró. Sonrío. Le sonreí. Aquello era perfecto. No me lo podía creer. Aún no.
 
- Joder, yo también te quiero a ti, claro que te quiero _ le susurré_.
 
Ella sonrío y me abrazó. Era un milagro. Me sentí afortunado, afortunado de verdad, porque sencillamente no suele ocurrir tener la oportunidad de volver a tener al amor al que pasados unos años sigues sin sacar de tu cabeza. Parecía que todo volviera a empezar por donde lo dejamos. Lo notaba. Tenía que aprovecharlo. Teníamos que aprovechar aquella oportunidad de hacerlo bien de verdad, hacerlo bien, realmente en serio, de una vez por todas. Nada de aquello era el destino, estoy seguro. Era la posibilidad que siempre existió. Ella y yo nunca dejamos de querernos. Solo tuvimos que encontrar el momento de hacerlo de nuevo, y esta vez, era para hacerlo bien. Sobre todo después de habernos perdido, sufrido, llorado y extrañado tanto. Nuestra vida sin nosotros era un constante altibajo. Creer superarlo para después venirte de nuevo abajo, y todo el rato así. Y ahora, allí, éramos los mismos de siempre, pero con los sentimientos más claros que nunca.

1.2K visitas
Valora la calidad de esta publicación
2 votos

Por favor, entra o regístrate para responder a esta publicación.

Publicaciones relacionadas
Adimvi es mejor en su app para Android e IOS.