UN SELAH RECONVENIENTE, Salmos 39:1-5
30 Nov, 2021
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Yo dije: Atenderé a mis caminos,
Para no pecar con mi lengua;
Guardaré mi boca con freno,
En tanto que el impío esté delante de mí. Enmudecí con silencio,
me callé aun respecto de lo bueno;
Y se agravó mi dolor.
Se enardeció mi corazón dentro de mí;
En mi meditación se encendió fuego,
Y así proferí con mi lengua:
Hazme saber, Jehová, mi fin,
Y cuánta sea la medida de mis días;
Sepa yo cuán frágil soy.
He aquí, diste a mis días término corto,
Y mi edad es como nada delante de ti;
Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive.
Selah
Salmos 39:1-5

REFLEXIÓN:

Selah.. .
Y ¿qué podía hacer David de su propio parecer, que obtuviera resultado?

Él decidió morderse la lengua, esto es, no proferir palabra alguna, ni para bien, ni para mal, por tal de evitar males mayores.

Sabiamente se puede decir que actuó, aunque parece que su propósito no se  cumplió según había imaginado: se agravó su problema, y ahora ya no solo externamente  sino en sí mismo.

Selah... Y ¿cómo continuar callado en sus meditaciones, avivado su corazón, y encendido de nuevo David, rey y siervo  adorador?

No pudo contenerse, y ahora medita, en su Selah, en conocimiento de la levedad de su materia... Esa fragilidad que lo traslada de su ensimismación taciturna a la reflexión más sabia y sentencial que podía plasmar en estas letras.

APLICACIÓN :

David optó por el silencio total. Emocionalmente hablando, esto es una bomba de relojería que tarde o temprano va a explotar.

En la Biblia se nos indica que la fórmula para hallar paz, en despedida de los afanes leves o más graves, es depositar nuestros asuntos y peticiones en manos de Dios, así como ante la congregación, a fin de obtener sustento en la koinonía fraternal y en el favor del Padre. (Filipenses 4:6-7 , Gálatas 6:2 )


ACCIÓN:

Hay que reconocer que muchas veces decidimos guardar silencio por evitar problemas y acabamos peor que de inicio.

Esto sucede por la arrogancia nuestra de vernos en la capacidad de solucionar, por nuestra cuenta, aquella situación en la que sólo Dios puede echar mano.

Ahora ya sé que debo exponer mis asuntos a Dios sean buenos o malos, y descansar en Él y en el apoyo de los hermanos.

Además, me surge en mente un texto, que es el siguiente:

Los días de nuestra edad son setenta años;
Y si en los más robustos son ochenta años,
Con todo, su fortaleza
es molestia y trabajo,
Porque pronto pasan, y volamos.
¿Quién conoce el poder de tu ira,
Y tu indignación según que debes ser temido? Enséñanos de tal modo
a contar nuestros días,
Que traigamos al corazón sabiduría.
Salmos 90:10-12


Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado, te doy gracias por Tu palabra que me confronta y exhorta para mi corrección.
Me arrepiento por mi arrogancia de pretender solucionar, por mis propios medios, la situación que me envuelve. Reconozco que no soy nada sin Ti y sólo por Ti y en Cristo tengo vida. Hoy te exalto, oh Supremo Padre Celestial, declarando Tu gloria y Tu grandeza, sean la levedad de mis días en la Tierra para tu gloria y honra. Amén
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