Me sentía en un extraño trance, aquel que se encuentra entre la vigilia y el sueño, pero entonces llega un sonido; un sonido tan irritante como desesperante que se logró colar a través de mis oídos sin darme otra opción que abrir los ojos y entre la bruma, intenté tantear sobre mi cama con la esperanza de encontrar aquel chillido y detenerlo. Era mi teléfono .Entonces lo tomé entre mis manos y antes de apagarlo, la pantalla se iluminó mostrando un número dolorosamente conocido . Y así, desperté, tanto que había olvidado que tenía sueño. Tanto que mi corazón se aceleró de manera desenfrenada y un nudo incómodo y pesado se instaló en la boca de mi estómago.

Sé volvió a apagar la pantalla y hasta ese momento fuí consciente de que estaba reteniendo el aire. Así, pues con descolocada confusión y manos temblorosas dejé el teléfono a un lado y me levanté a encender la luz. Ya no tenía sueño. Ahora solo un dolor que desde hacía unos días se me antojaba lejano, un dolor tan llevadero que me hacía sentir viva de nuevo.

Pero luego tenía que pasar aquello. Quería llorar, quería gritar, quería... ni siquiera sabía que quería. Preguntas y recuerdos, recuerdos que me lastimaban como sal sobre una herida abierta. ¿Qué quería? ¿Porqué? Fué cuestión de un par de minutos en los que después de lavar mi rostro y beber agua del lavado decidí regresar a mi cama, y justo cuando iba a apagar la luz entonces ese sonido regresó a inundar la habitación, me paré en seco. La adrenalina y el miedo se abrieron paso tan mordazmente que apenas fui consciente de que mis ojos se volvían borrosos. ¿Porqué me hacía esto? ¿Porqué ahora? De repente una ira tan incontrolable como mis ganas de hundirme en la miseria me impulsaron a correr al teléfono, tomarlo entre mis manos y descolgar la maldita llamada que hace un mes me habría llenado de esperanzas. Pero ahora solo había amargura e impotencia. Entonces pasó.

-Tienes que hacer algo por mí- dijo él sin siquiera dejarme hablar. Su voz no hizo más que doler, doler porque recuerdos me golpearon con tal brutalidad que me dejaron sentada en mi cama.

-¿Qué mierda quieres?- espeté conteniendo el odio y el llanto. Intentando sostener una voz neutral. Lo logré

-Que hagas algo por mí, lo necesito- suplicó entre la desesperación. Sus palabras me confundieron aún más.

-¿De qué me hablas? ¿Estás consciente de a quién llamaste?

-Roxana...- susurró él y todo se vino abajo. Mi fortaleza, mi tranquilidad, todo por lo que luché en meses. Llevé una de mis manos a la boca y la tapé, no quería que me escuchara llorar, sufrir todavía por la traición. Llorar por el hombre al que amé con el alma, al que le supliqué, por el que daba la vida. No podía permitirlo, no de nuevo. Pero no volví a hablar, sabía que si lo hacía; me iba a desmoronar totalmente.

--Necesito que le digas a Kim que tu y yo no estuvimos juntos, que yo la amo a ella.-- y entonces sus palabras me dejaron en shock. Un golpe, una cachetada, una puñalada hubieran sido menos dolorosas que sus palabras que despues de tanto se me clavaron en el alma para mal. Reaccioné.

- -¿Pero que mierda pasa contigo? ¡¿Sabes lo que me estás pidiendo?!! Mierda...eres un Hijo de puta ¿Como se te ocurre decirme todo esto?-- escupí con tanto odio aquellas palabras, que se sintió malditamente bien. La sangre me hervía en la piel llenandome de una ira irracional, contenida. Así, me levanté, colgué el puto teléfono, tomé mi abrigo y me fuí a la mierda. De algo si estaba segura, volvió a romper mi corazón pero no volvería a el. No más.