El refugio del lector. El solitario inquilino del búnker (XI)
28 Feb, 2024
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Capítulo 1. EL COMIENZO


(Fragmento)



Continuación...


Puede que Dios exista, pero a veces uno lo duda por las cosas inexplicables que experimenta .

En otras ocasiones, uno quiere que sea real para tener a quien culpar de las desgracias que le suceden a lo largo de su vida. Aunque también hay quienes piensan, y eso pertenece a la experiencia personal de cada individuo, que Dios es real y está presente en su existencia. Sin embargo, creen que no ha satisfecho ninguno de sus deseos. Sienten que se ha portado con crueldad al privarlos de compartir la vida con un ser querido y complicar su supervivencia hasta convertirla en un continuo dolor.


Es difícil saber si es una opinión construida sobre cimientos verdaderos, o son tan solo sensaciones que tienen su origen en vivencias reales, pero deformadas por un criterio alejado de toda imparcialidad. Y quizá si es que existe un ser superior, hacedor del Universo o responsable de la Creación en toda la extensión de la palabra, seguro que muchas veces se sentirá avergonzado de su obra, no es para menos. Es como cuando unos padres procuran darle la mejor educación a su hijo, le transmiten siempre buenos consejos, hacen lo posible por darle ejemplo con sus actos e intentan llevarlo por el camino correcto. Pero al final el chaval sale torcido, la enseñanza adquirida salta en mil pedazos, y el resultado es que el chico se acaba convirtiendo en un auténtico gamberro. Y para desesperación e impotencia de sus progenitores, que ven con enorme frustración como el tiempo empleado, el dinero invertido y, sobre todo, la dedicación y cariño que han puesto en práctica con el vástago, se han ido como agua sucia por las «cañerías del fracaso» más rotundas. Y lo peor es, cuando hay padres que son conscientes de que han traído al mundo auténticas alimañas, y el único consuelo al que pueden agarrarse es morir antes de ver actuar en pleno apogeo de maldad a sus cachorros. Y en este grupo se podrían incluir a los «papis y mamis» de los Hitler, Stalin, Mussolini, Idi Amin, Sadam Huseín, Gadafi y otros muchos «hijos de perra» (la lista sería interminable) del presente y del pasado (algunos de los cuales, ya se mencionan en otros capítulos del libro). Asesinos despiadados que sembraron el mundo de maldad y que fueron los causantes de conflictos bélicos de todo tipo, que, en mayor o menor magnitud, dieron lugar a los crímenes más horrendos y fueron los causantes de la desgracia de millones de seres humanos.



También habría que añadir a lo anterior, que muchas veces son los padres los verdaderos culpables de que el árbol plantado haya crecido con más inclinación de la debida. Porque utilizaron como semilla equivocada, esa que dice aquello de que la «letra con sangre entra», muy propia de personas intransigentes, retrógradas e indocumentadas. Que, ante toda situación conflictiva con sus descendientes, son propensas a repetir eso de, esto se soluciona con una bofetada a tiempo. Cuando lo cierto es que quien usa el castigo físico como método de enseñanza infantil (o de cualquier otro tipo), lo único que demuestra es su nula capacidad para educar a un hijo (aunque tampoco sería capaz de hacerlo ni con el perro más dócil). En definitiva, que si como ser humano eres una bestia, enseñarás a otro ser humano a ser una bestia, y el proceso seguirá así generación tras generación, y al final ahí tenemos el resultado.


«Quién siembra vientos, recoge tempestades», es lo que dice el refrán, y cuando veo a un padre o a una madre, pegar un simple azote a un niño, incluso de corta edad (¡qué salvajada!), porque se está comportando mal. Me gustaría decirles que mejor se estaban abofeteando a ellos mismos, ya que lo único que demuestran es su total incompetencia como educadores utilizando el recurso fácil de agredir. Además, de que todo es empezar, iniciamos con azote, pasamos a bofetada y luego ya veremos en qué acaba todo, porque el niño con diez años, por ejemplo, recibe el golpe (más o menos fuerte, todo va en función de la brutalidad del castigador), y lo encaja sin atreverse a protestar. Pero lo que sucede es que los hijos crecen, y cuando a algún padre se le va la mano con frecuencia, (para dar «hostias, los hombres solemos ser de gatillo fácil», más que las mujeres, aunque también ellas pueden ser más agresivas de la cuenta, que de todo hay igual que en botica), insistiendo una y otra vez en el reparto de guantazos, puede llevarse la desagradable sorpresa de que su querido, educado y silencioso hijo, ha llegado ya a una edad en la que se le han «hinchado los cojones» de recibir palos. Y les devuelva al padre/madre las «hostias» multiplicadas por tres, para compensar las que el muchacho recibió a lo largo de su infancia y adolescencia. En fin, como se suele decir, en estos casos, «de aquellos lodos, estos polvos».


La violencia solo sirve para generar más violencia y ninguna persona tiene autorización para golpear a otra, por mucho derecho que demasiados padres crean (equivocadamente) tener sobre sus hijos, y así ocurre luego, que de manera permanente se convierten en pésimos educadores.


¡Confunden paternidad con posesión!


¡Enseñanza con adoctrinamiento!


¡Y autoridad con tiranía!


¿Qué iba a hacer con el chico? Era un rebelde, me plantaba cara desde que tenía dos palmos. Le pegaba dos hostias y seguía mirándome fijo, fijo. Otras dos hostias y seguía igual… Manuel Vázquez Montalbán en Los mares del sur.


Sigue...


Autor: Franjo Halvary


"El solitario inquilino del búnker"

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