El Último Susurro de la Noche
26 Ene, 2024
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En una pequeña aldea, de casas apiñadas y calles empedradas, se erigía majestuosa y ominosa una vieja mansión de muros derruidos, con su tejado hundido y sus ventanas rotas. El tiempo había borrado toda huella de los antiguos habitantes, dejando apenas la sombra de lo que alguna vez fue un hogar .
La morada misma, imbuida de un aire de desolación, infundía temor en el corazón de los aldeanos, quienes la evitaban a toda costa, rodeándola de un aura maldita.

La leyenda se había arraigado, afianzando el terror entre los lugareños. Se decía que la mansión había sido el hogar de una familia noble, cuyas vidas tomaron un giro trágico una noche de luna llena. El patriarca, perturbado por oscuros presagios, había desencadenado una serie de eventos que desembocaron en una tormenta de tragedia, dejando a la familia sumida en la desesperación y al hogar marcado por el sufrimiento eterno.

Los aldeanos, sumidos en un manto de superstición y miedo, recelaban acercarse a la casa, temerosos de que los lamentos nocturnos y los susurros siniestros los atraparan como lo habían hecho con los antiguos residentes.

No obstante, un forastero temerario llamado Samuel, cuya audacia rivalizaba con su curiosidad, llegó a la aldea con la determinación de desentrañar el misterio que envolvía la mansión. Al ser advertido por los lugareños y consciente de las historias que se susurraban en voz baja, decidió enfrentarse a la morada maldita, buscando respuestas que ningún otro osaba encontrar.

El atardecer caía sobre la aldea cuando Samuel se aventuró a través de los oscuros bosques que rodeaban la mansión, enfrentándose a la lúgubre entrada de la casa. Con el firme propósito de desafiar las advertencias, armado tan solo con una linterna temblorosa, se adentró en la morada olvidada.

Cada paso resonaba siniestramente en los pasillos polvorientos y los corredores oscurecidos por los años. Sus sombras alteradas por la débil luz de la linterna parecían tomar vida propia, insinuando la presencia de algo más allá de la comprensión humana. Los susurros indistintos llenaban el aire, como si las sombras mismas estuvieran repletas de secretos abandonados por el tiempo.

Mientras avanzaba en la penumbra, Samuel percibió que cada paso se volvía más pesado, y una sensación gélida se aferraba a su espalda. Los susurros se multiplicaban a su alrededor, retumbando desde las mismas paredes.

De repente, en el corredor principal, una figura pálida y etérea apareció ante Samuel, con ojos hundidos y un gesto de sufrimiento grabado en sus rasgos. Aquella aparición, con hands huesudas extendidas, susurró un lamento angustiado que heló la sangre en las venas de Samuel.

Atrapado en un mundo de terror insondable y presa del miedo abrumador, Samuel lanzó un grito desgarrador que resonó a través de las paredes de la mansión, rogando por liberación de la sórdida trampa en la que se había adentrado.

El pueblo entero fue sacudido por el aterrador grito que parecía emerger desde los cimientos de la mansión, marcando la desaparición repentina de Samuel, quien quedó atrapado para siempre en los susurros eternos de la casa maldita.

Desde entonces, nadie se atrevió nunca a acercarse a la morada, atemorizados por el destino que aguardaba a aquellos que osaran desafiar la ira de los espíritus atormentados por los susurros en la noche. La leyenda de la morada maldita añadió un capítulo más a su historia, infundiendo en la aldea un temor que persistiría a lo largo de generaciones, marcando a Samuel como un recordatorio imperecedero de lo que acontecía a los desafiantes y a los curiosos en las tinieblas de la noche.
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