Su figura aguardaba ante la cautela de la luz de las velas.Yo le agarraba por detrás; con mis labios a ras de su vello;le miraba la espalda como si estuviera perdida y fuera mi mapa.No necesita capa de superhéroe alguna para hacerme sentir salvada;me agarré a su cuerpo con mis brazos apretando fuerte.
Qué suerte aquella, porque todo lo demás parecía desvanecersemientras nosotros nos sentimos más vivos que nunca.Le besaba la nuca y se encogía entre mis manosy me inundé en sus claros ojos livianos.Aquella noche de color opaca,entre el naranja de las llamas,nos revelamos nuestros.
Era el crimen perfecto.Matamos a cupido para que dejara de jodernos;intentó que lo nuestro no fuera posible;pero ya ves, aquella noche al menos,no le surtió efecto.