El matador cordobés, el toro y la dama de rojo
8 Sep, 2020
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Los aplausos del público emocionado hacían ecos y una bulla en todo el recinto. Los niños reían, las personas eufóricas aplaudían, otros gritaban, y los demás, permanecían sentados emocionados en plena festividades de aquella tarde en la plaza de toros de Sevilla.


Una herencia cultural de la antigua Hispania  consecuencia brutal de la cultura romana, heredada a su vez de la griega, de los antiguos juegos de luchas de fieras en las que el toro era un animal frecuente, junto a osos, leones y.. .

seres humanos.


 ¡Una barbarie! que sobrevivió a través de los siglos que hoy traía su show arraizado a la "civilizada" España.



Las mujeres lanzaban toda clase de besos y ademanes femeninos al  verdadero héroe y protagonista en el ritual táurico: Un joven torero cordobés y matador, quien traía un estilo indiscutible del arte, con su traje de luces luciéndolo con honor y orgullo, igual como lo hizo su padre y abuelo, ahora recaía sobre sus hombros y lo mostraba en una danza  fluida como olas en el mar.


Danzó hacia la  agitada bestia, dándole pases con la muleta, luego de dejar minutos atras el capote de brega de color rosa, que utilizó en los dos primeros tercios de la corrida.



Ahora la muleta era algo más pequeña y ligera, le permitía lucir el arte  de amagues rítmicos típicos llamado "suertes"  siendo una serie de acciones para citar al toro  y  provocar su ataque, eran engañosos movimientos artísticos para así aproximar el animal al cuerpo y hacer la danza del toreo.


Hizo el natural, abierto y con la mano izquierda, luego pasaba rápidamente al derechazo, con la respectiva mano y la espada en el paño de la  muleta para extender la superficie del mismo, después a un pase cambiado, dando la salida al toro por el lado contrario a la mano donde se tenía la muleta. Era una danza celestial para impresionar a su público que enloquecía ante la maestría gallarda del diestro.


Un toreo ajustado a la prenda de color rojo intenso, montada sobre el palillo de madera de haya, un estaquillador, que le daba la forma alargada y la sostenía, con el que el torero templaba y encauzaba la embestida de la fiera.


El macheteo del torero era firme, la tela se la pasaba por la cara al bovino, y el lienzo en la parte baja pasaba a su vez al ras de la tierra, junto a movimientos con el porte caballeresco de los toreros, con la intención artística de fatigar y castigar hasta el final al animal.



La faena estaba por culminar. Los ojos entumecidos del toro empapados en su propia sangre mostrando el fluido de sus heridas y  a la vez cansancio, sin poder ya casi, divisar su objetivo de color rojo. Claro que es bobada la obsesión al rojo, es bien sabido que los toros son daltónicos y no pueden diferenciar este color. Por ello, no es que se irrite al verle, sino que le arrecha, le envenena el movimiento que hace el torero, y por instinto, se encima atacando.


...Ya estresado, con los huevos picados con puyazos y el picante rociado en sus partes reproductivas justo antes de salir del torilrespondían las causas  fantasmas de sus patadas inexplicables al aire en la corrida y era que denotaba el dolor de su molestia íntima. Más el bullicio, todo era un bombardeo cruel y despiadado... que por ello el animal entraba en una locura explosiva con ataques a cualquiera cosa que se le atraviese en su camino. ¿Y cómo reaccionarías tú? ¿...de madre verdad? Cabreado hasta los huesos, hasta los tuétanos, con la sangre envenenada, claro el pobre toro estaba en su corta suerte y fatal destino.


Retornando la carnicería: por breves segundos se le perdía de vista su letal enemigo a la fiera, con la respiración profunda y cansada, percibida a su vez por el verdugo matador quien también detectaba una  débil hostilidad, degradada en la bestia comparada con las fuerzas titánicas iniciales del espectáculo,  pero que mermaban por las técnicas del toreo del ejecutante. ¿Pero en serio crees esto? o será por los distintos toreros "SECUNDARIOS" que intervienen en los diferentes momentos de la lidia que agotan por completo al pobre animal, y cito:




Específicamente en el segundo tercio de la lidia, y como parte de la cuadrilla del matador, aparece el "torero banderillero" quién es el encargado de clavar lo palos, palitroques o las banderillas, es el torero compañero en la arena del matador, igual al torero a caballo, el mozo de espada, los peones; todos son  los que le ayudan al principal, es un equipo coordinados hasta final de la corrida.



En su intervención el banderillero, por ejemplo,  tomó las primeras coloreadas y las empinó por encima de los hombros, caminó lentamente  hacia su víctima en puntillas de pies y con ambos brazos  alzados justo cuando el toro se disponía a darle un cuernazo,  con firmeza y un giro veloz parado con los pies juntos ¡brincó en vuelo! hacia el animal cual espartano de los 300 sobre un persa enemigo, hasta hundir majestuosamente sin errores ambas  en un AL QUIEBRO en su lomo. Y no solo una, ni dos, sino hasta seis banderillas, clavadas con ágiles movimientos: AL CUARTEO  Y AL SESGO para adornar la parte del toro con colores según la tradición. Y Para completar las torturas, las desgraciadas no caen en el ajetreo, se mantienen en la piel por las puyas en forma de cruces y estrellas que se abren a la hora de penetrar la piel del cuadrúpedo.


El público enloqueció  que ante tales proezas gritaban: " ¡qué manera de torear!, ¡que toreo tan glamoroso!, ¡que técnica tan depurada! ¡Qué corrida de toros tan fascinante y excitante!".


Las guitarras españolas y las castañuelas se escuchaban como música de fondo del espectáculo de la arena sangrienta.


Todos querían el final de la batalla, el desenlace. Aun con furia salvaje y sin miedo, el toro emprendía una y otra vez, las carreras directas hacia al blanco sin importar de terceros banderilleros, y cuartos, como el rejoneador ó torero a caballo, o quien fuera, el duelo seguiría hasta el final.


Ahora en el último acto en la corrida, apareció de nuevo el matador para culminar este show. Abrió sus brazos al público pidiendo la ovación, el gran aplauso colectivo de sus presentes cual cantante de ópera lírica. Dándole la espalda a la bestia le restó importancia, mostraba una vez más el gran dominio en el duelo y últimos minutos de maestría en el lugar.


Señalaba las orejas del toro con su espada reluciente, siendo el último instrumento complementario de su arsenal.  Con bulla el público emocionado se las pedía como regalo de la corrida luego del sacrificio del animal.


El diestro sonreía demostrando su elegancia y arrogancia, con un estilo de caballerosidad al caminar representando la sangre española que corría por sus venas.


El toro se  levantó lentamente y casi tambaleándose apenas sosteniéndose nuevamente en sus cuatro patas. El aro del hocico yacía todo ensangrentado, babeado con saliva, sangre y arena... arena que se teñía de gotas del líquido venoso del robusto bovino pero ahora nominado ante la técnica y majestuosidad artística de un joven torero matador y sus secuaces.


A unos diez metros del muchacho, el toro confundido y adolorido veía en la dirección de la muleta moviéndose enérgicamente, era lo único llamativo para el animal. Como no se movía de su lugar, el torero una vez más se dispuso a citarlo.


Le incrustaría pronto la espada en la nuca directamente con el estoque al toro para que llegase el acero a la columna vertebral y aniquilarlo. 



Llamaba a su presa. La mayoría de los espectadores de pie con aplauso animaban el show creado por el hombre y para el hombre. Todos querían ver la muerte en la arena.


Levantando algo de tierra, el toro sacaba los últimos retazos de fuerzas que le quedaban de un cuerpo adolorido. Arrancó decidido a terminar lo empezado, en un movimiento lento y desbalanceado, sin equilibrio  y comenzó a galopar desbalanceándose de una lado a otro.


Por su parte y sosteniendo la muleta al frente y empuñando la espada con el otro brazo en alto, lentamente y paso a paso el matador avanzó también a terminar esta batalla.


El toro seguía su marcha crucial hacia la muerte sin saberlo, o sabiendo pero sin miedo:


En ese instante todo se torno en cámara lenta, el bullicio en la plaza se escuchaba como una cinta descontinuada, el toro galope a galope levantaba suavemente arena del suelo tras de sí, echándola por el camino que dejaba, avanzando y dejando sus huellas en estos segundos cruciales de la pelea. El muchacho paró su andar y espero que se acercara el cuernudo. Con concentración de acero y sin perderle de vista, seguía listo para la técnica para su estoque y ataque final. Pero  de pronto y por reflejo, o quizás por magnetismo, sintió la gran necesidad apenas de parpadear y cambiar la mirada por breves, quizás milis o nanos segundos, algo muy fugaz, y fue el observar en la tribuna más cercana, como hipnotizado... la silueta de una dama con el vestido intenso de color rojo, la cual, a su vez lucía una cabellera dorada como oro rizado.


Es que las otras siluetas estaban en blanco y negro sin detalles, pero esta, la de la hermosa mujer sobresalía del montón casi con una luz propia. La enigmática mujer contemplaba con dulzura la faena en la arena y al matador, su sonrisa, sus dientes blanco leche paralizó por breves instantes toda la plaza de toros para el torero. Nunca en sus sangrientas batallas había visto una bestia tan bella y tan radiante como aquella.


Ella le sonrió y le dio un beso tierno a una rosa roja que sostenía en una de sus manos, aquellos labios sensuales besaban los pétalos de la flor de una manera exquisita y provocativa. Luego, la lanzó hacia su  el torero como si fuera el más preciado de los regalos. La rosa giró y giró,  una y otra vez en el aire hasta caer cerca del encuentro del impacto final de la pelea.



 En ese instante, en un rápido parpadeo el joven matador reaccionó ante aquel mortal hechizo y todo se torno tan rápido que no le dio tiempo de moverse como en sus oportunidades anteriores. Estirando el brazo con la espada empuñada esta se incrustó sin hundirse mucho en la nuca del toro, la estocada no se cumplió en la totalidad, y el impacto se hizo sentir estrepitosamente. Uno de los cuernos  esta vez atravesó por un lado la cintura del torero y lo lanzó como si fuera un muñeco de trapo sacándole de la trayectoria.


El público manifestó su presencia de otro modo con un grito de sorpresa y de lamento " ¡Ahhh!  ". Por unos segundos la corrida de toros cambió el rumbo del Show.



Toda la plaza en breves minutos después del arrollamiento del joven torero, quedó en silencio por unos segundos. Los alguacilillos, los toreros subalternos, peones, picadores... toda la cuadrilla del matador quedaron paralizados no pudiendo creer que el sagaz torero había sido herido de muerte,  hasta el jefe de regla o presidente de la plaza de toro y máxima autoridad reglamentaria del sitio, quedó boquiabierto, parado y paralizado por esos instantes.


Los monosabios, mulilleros y areneros todos impresionados, ya que el matador fue alcanzado por la bestia en el último instante... y no se escuchó más en la arena otro '¡OLEEEE...!'


El animal pudo vengarse por lo menos ante tanto dolor propiciado, de sus camaradas caídos y hasta familiares fallecidos. Ni los puyazos y estoque en el morrillo, en la parte superior y más abultada del lomo pudieron pararle.


Pues ¡sí! El torero cayó atravesado y sus ojos contemplaban la bella rosa roja que se encontraba salpicada de arena y sangre que yacía a su lado. El dolor y el horror en la cara del torero,  movía la cabeza de un lado a otro y con la vista buscaba entre las personas la razón de su muerte, esa bella dama por la cual había muerto, pero ahora se había esfumado desapareciendo para siempre, y con ella el último suspiro del joven matador.


Una imagen y la causa de su fatal suerte, esa mujer de rojo, representaba lo femenino, leídas en las historias que desde chico alimentaron sus ganas de torear, como las de Miguel de Cervantes con el "Don Quijote de la Mancha", la diferencia es que ahora, dulcinea sería la causa del adiós.


El toro comenzó a tambalear en sus patas delanteras, la completa masa muscular y todo la bestia cayó dando patadas y círculos en el suelo, las banderillas se revolcaban en la arena y la espada que  atravesaba la nuca también cayo, el rojizo lomo del toro se salpicó de arena.



El  picador, el mismo rejoneador inmediatamente galopó con su caballo protegido por el peto, y con la lanza ó rejón terminó de matarlo con la puya piramidal encordada al palo, y penetró al animal profundamente por el lateral hasta llegar al corazón, aniquilando en ipso facto.


 Por su parte, el torero escuchaba los gritos de angustia y desesperación de sus fanáticos, de su cuadrilla que corrió detrás de las barreras, y paramédicos igual en su ayuda. El dolor intenso y agudo hacía insoportable la herida, el dolor lo agobió; de pronto un entumecimiento de las piernas lo fue paralizando poco a poco, la respiración era dificultosa, mientras que su corazón palpitaba tres veces más de lo normal, muy acelerado bombeaba para compensar las grandes pérdidas de la sangre del joven.


 Todo se fue apagando como una luz en un teatro, el ruido, la luz del sol, el polvo de la arena, todo fue perdiendo intensidad, olor y sensibilidad; el sonido fue esfumándose lentamente hasta quedar el sonido del silencio en un leve momento, un silencio que lo hundía perdiéndose en los laberintos de su mente y cuerpo agonizante. El torero tendido en el suelo como el protagonista de su último adiós en las lidias,  dio la última de sus corridas matanceras sin saberlo.


Recuerdos e imágenes llegaban para hacer placentera la partida: el desfile inicial de la celebración... las flores y papelitos lanzados por las personas que fueron a verle, entrando al recinto como toda una gran estrella; estas memorias se fueron difuminando, empañándosele la visión, la mirada  se perdió en el limbo y en las cosas del "más allá"... la calma llegó a su alma y la luz de la vida se extinguió en él para siempre.


El Mozo de espadas lloró  a su lado porque no vería más a su joven héroe, no le daría sus armas para batallar en la arena nunca más. Ya no podría ayudarle a vestirlo con su indumentaria, previo al shows y necesarios en la lidia, como el traje de luces, entregarle con orgullo su espada, los trastos  y herramientas que le ayudarán en la batalla.


 La muerte dio su sagaz movimiento en un golpe inesperado, sin avisar tomó otra víctima en su camino cambiando siempre las reglas del juego  y apoderándose esta vez como muchas anteriores, de la arena, en aquella tarde de toros… en aquella plaza de toros, justo en la maestranza de Sevilla.

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Carlacar 274 puntos 17 Ene, 2021 Carlacar 274 puntos
Súper currado
+1 voto
17 Ene, 2021
M.R.Álvarez 794 puntos 28 Ene, 2021 M.R.Álvarez 794 puntos
Gracias por tu cumplido. Es una profesión salvaje, sangrienta y mortal de ser torero ni se diga para el pobre animal, pero es parte de la cultura europea Española y parte de su folklore. Aquí en mí país tenemos los toros coleados y también las plazas de toros. Gracias por tu comentario Carlacar
anónimo 25 Ene, 2021 puntos
@edison
+1 voto
25 Ene, 2021
M.R.Álvarez 794 puntos 28 Ene, 2021 M.R.Álvarez 794 puntos
Gracias Edison.
Just4530 50 puntos 30 Sep, 2021 Just4530 50 puntos
Luego si el toro mata a alguien el toro es "malo"
+1 voto
30 Sep, 2021
M.R.Álvarez 794 puntos 30 Sep, 2021 M.R.Álvarez 794 puntos
Buen punto de vista,  hay que ponerse en los zapatos del pobre animal. Gracias por tu comentario Just4530,  es importante para mí.
Just4530 50 puntos 1 Oct, 2021 Just4530 50 puntos
xd
M.R.Álvarez 794 puntos 1 Oct, 2021 M.R.Álvarez 794 puntos
Gracias :-)
Just4530 50 puntos 1 Oct, 2021 Just4530 50 puntos
chidori
M.R.Álvarez 794 puntos 2 Oct, 2021 M.R.Álvarez 794 puntos
Sí, al parecer eres japonés no? ja,ja,ja.
Sam_578 81 puntos 5 Oct, 2021 Sam_578 81 puntos
El toro no tiene la culpa.
+2 votos
5 Oct, 2021
M.R.Álvarez 794 puntos 5 Oct, 2021 M.R.Álvarez 794 puntos
Lamentablemente así es...le toca lo peor al pobre toro.
Scarlet21_uwu 66 puntos 5 Oct, 2021 Scarlet21_uwu 66 puntos
pobres toro meda tanta rabia
0 votos
5 Oct, 2021
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