Y mientras el cielo se pintaba de arrebol
Las nubes daban pequeños vestigios de que mis ojos estaban en presencia de estigia.
“Hermosa dama vestida de gala dispuesta a bailar conmigo en mi último día”. Pensé.
Que frías se sienten mis huellas .
Y ahí estaba yo; fingiendo la valentía y viendola acercarse lento, pues no caminaba, no, bailaba una pieza de vals con el viento, lento.
La colilla me quemaba los dedos esperando mi último jalón de aire que no llego jamás, mientras ella se acercaba tarareando algo digno de “Amadeus Mozart”.., y a la brusquedad de la quemadura entre mis dedos reaccione para escapar, pero como si de un suspiro se tratase, a unos centímetros de mi estaba ella preguntado. - A donde vas… En una muerte tan bella como esta ?.-
No movia la boca pero hablaba.
No abría los ojos pero me miraba.
Me agarro de la muñeca de la mano de los dedos quemados y con la otra mano la cintura.
Sin más, comenzó a arrastrarme como a un muñeco en la pista de baile, con una fuerza sobre humana.
Escuchaba a la vida aplaudir de lejos mientras nos miraba.
Y a la que bailaba conmigo sollozar mientras lloraba.
Veía como la vida de nosotros se alejaba.
Y lo último que recuerdo de todo eso; es lo irónico de descubrir que la muerte no juega ajedrez.
... Ella baila...