Han tenido que pasar varios años para que me vea capaz de escribirte esta despedida, porque personas como tú vivirán siempre en nuestros recuerdos. Eras de esas personas que se encuentran una única vez en la vida, de esas que tenían algo que hacía feliz a cualquiera.
Un día te fuiste de nuestras vidas y dejaste un vacío de los que no se llenan nunca, faltabas en cada comida y fiesta familiar .
De tu pérdida hace varios años y desde entonces nada volvió a ser lo de antes, hemos crecido, madurado y sobre todo aprendido a aprovechar cada minuto del día, a no dejar de decir “te quiero” cuando de verdad lo sentimos porque algún día no podremos volver a decirlo.
Y seguiré aquí recordándote cada día, sintiéndome orgullosa de haber tenido alguien como tú en mi vida y cada 31 de diciembre miraré al cielo derramando alguna que otra lágrima dándote las gracias por cuidarme y darme lo mejor que tengo, mi familia.
