un día, a los 16 años, ella pidió a su madre a gritos que huyeran. Durante su infancia y su adolescencia, lo normal para ella era la violencia, y algo fuera de otro mundo, el trato que recibían sus amigos por sus padres .

Desde que tiene uso de razón recuerda palizas, correazos, tirones de pelo o patadas. A los golpes se añadía el maltrato psicológico, una sin fin de reproches que siempre incluía mensajes como: "Eres una bruta, eres igual que tu madre, tu hermana es mas inteligente, etc".
Hoy, esta mujer, "normal", se considera una persona feliz "podría haber sido peor", dice con cierta duda en su voz, pero rompe a llorar al recordar. Hasta hace poco aún sentía pavor al oír un portazo como los que durante más de una década prologaron las sacudidas de furia de su padre. "Si suspendía, me pegaba; si me mandaba buscar una cosa y no la encontraba, me pegaba. Pero decirlo así equivaldría a buscar, y encontrar, un motivo para la violencia, y lo cierto es que pegaba porque sí, no había más explicación".
El maltrato psicológico y físico a su esposa, era peor, a tal punto que  los golpes eran para ir al hospital. Una relación, un hogar, sometido al terror, los gritos y desprecios como el filo de un cuchillo.
Su perfil era el genuino de muchos maltratadores: dotado de una inteligencia excepcional, listo y cruel, y un encantador de serpientes fuera de casa.