— Lo siento... — susurró con aquella voz que él esperaba sonara suave y calmada, sin embargo, un par de años conociéndolo, me hizo darme cuenta de que también, aquellas palabras susurradas gritaban arrepentimiento y vergüenza .Arrepentimiento por haberme lastimado.

Me mordí la parte interna de la mejilla y apreté aún más mis manos, siendo consciente de que las uñas se me clavaban dolorosamente en las palmas. Estaba nerviosa por tenerlo frente a mí. Solo habían pasado un par de meses desde su inesperada despedida. Me había lastimado y no solo una vez, si no miles de veces. Tenía frente a mí al hombre que amé más que a mi propia vida; el mismo que perdoné miles de veces por un maldito amor que no hizo más que hundirme en la miseria de mi ser. Sin embargo, ninguna de sus despedidas dolió más que la última. Me cambió en uno de los momentos más díficiles de mi vida, le conté mis secretos más intimos y él se los contó a ella. A esa que conoció en una fiesta y por la que me dejó con un simple mensaje de texto. A esa por la que se tatuó la piel. A esa por la que me gritó que me odiaba con su alma.

Asi que sí, allí está el. El chico que destrozó la última parte intacta en mí a cambio de alguien que no dió por él lo que yo si dí. Juro que quise odiarlo, pero en ocasiones el dolor se convierte en odio, o en más tristeza. En mi caso fue la última.

Meses, meses en los que me dediqué a curar el corazón más herido y traicionado que nunca conocí. El mío.

Y un día... recordándolo, sonreí. No por él, si no porque me dí cuenta que ya no sentía tanto dolor, que quizás... por fin lo había superado. Y así continué, noches hablando conmigo misma, aceptando finales y comienzos. Volviendo a respirar y pensando... pensando en todo lo que dí y nunca recibí. Sin embargo ahora teniéndolo justo allí, parado frente a mí por las circunstancias de la vida, sonreí.

El me miró confundido, arrugó ligeramente el ceño y de repente mi sonrisa se convirtió en una sonora carcajada desenfrenada y sin sentido. Reí como no lo había hecho en meses. Lo sé, pensaran que estoy loca, el también debió haberlo pensado en aquel momento, pero no me importó en lo absoluto. Él abrió la boca para decir algo más, pero yo negué con la cabeza indicándole que no lo hiciera. Me tranquilicé luego de unos minutos y luego fijé mis ojos en los suyos. Él solo mostraba confusión y probablemente enojo.

— ¿Tú lo sientes?—  pregunté con sarcasmo— en realidad soy yo la que lo siente—  proseguí con voz neutral. Era verdad, aquella risa no era más que una muestra de dolor clavado en un corazón que gastó todas sus lágrimas. Él negó con la cabeza mostrando frustración

— ¿Te digo que lo siento y tu solo ríes? ¿Y luego dices que lo sientes? ¿Por qué vas tú a sentirlo? Fuí yo el que trató como nunca lo mereciste—  dijo él perdiendo esta vez la calma del principio, denotando su molestia y frustración. Sus palabras se sentían como cuchillas, así que mientras mis labios se apretaban, el fijó dolorosamente sus ojos en los míos y abrió su boca para añadir algo más —Te lastimé...

Mi corazón rezumbó, mis manos se apretaron con más fuerza y mi boca se convirtió en una linea recta cargada de seriedad ante aquellas palabras. No quería quebrarme frente a él y no lo hice. No aparté la mirada ni un solo segundo y él tampoco. A continuación asentí con mi cabeza y pensé las palabras que esperé durante mucho tiempo para decir por fin.

— Tienes razón. Me lastimaste— admití con tranquilidad. Él solo me siguió observando con esos ojos color miel por los que alguna vez suspiré con amor. No dijo nada, y me conocía muy bien para saber que no había terminado con lo que iba a decirle, así que, disimuladamente respiré con profundidad y proseguí.—  Me lastimaste, pero soy yo la que lo siente. Lo siento porque cometí el error de darte un amor que nadie más dará por tí. Lo siento porque aunque ahora estés con ella y te sientas enamorado, te darás cuenta un día que ni ella ni nadie te dará un amor que no merecías y tuviste. ¿Crees que te serán realmente fiel? ¿Crees que alguien dará por tí todo lo que yo dí por tí? ¿Sabes siquiera quién eres tú? Dime... ¿Te has puesto a pensar a quién buscabas cuando tu mundo se derrumbaba? ¿A quién le contabas tus problemas absurdos? No puedes decirme que lo sientes tú cuando yo lamento haberte hecho creer que todas las mujeres son como yo. Haberte hecho creer que encontrarás un amor como el mío tan facilmente. ¿Ella te hace realmente feliz?— solté una risa seca — podría jurar que ella te hace hablar mal de mí, porque, en realidad ambos saben que años no se consumen en un par de meses de buen sexo. El amor necesita más que eso y ¿sabes cariño?; Lo siento mucho por tí, yo si amaré a alguien más. Me enamoraré de la misma forma que lo hice contigo, alguien será feliz de tener mi amor y ¿Tú? quedarás atrapado en esta misera relación que no valoraste. Porque si de algo estoy segura es de que me encargué durante todo este tiempo de hacer las cosas bien para que nunca te olvidaras de mí. Y lo he logrado. Esas lágrimas tuyas que ahora derramas; solo demuestran lo mucho que me extrañaste. Pero ya yo no lo hago, así que hazme el favor de irte de una buena vez y encargate de no mirar atrás, porque yo también me fuí hace un mes y medio de aquel lugar donde alguna vez fuimos tu y yo.

Cuando terminé el nudo que tenía trabado en mi garganta casi me hacía imposible respirar, oculté el temblor de mis manos y mantuve mis ojos fijos en los suyos. El estaba en shock, su boca estaba entre abierta y sus ojos rojos por lágrimas que ya no causaban nada. Asintió con su cabeza y se fue.

Se fué y yo por fin respiré, me derrumbé en el piso y con mis manos temblorosas me restregué el rostro. No sé cuanto tiempo estuve allí mirando a la nada, pero increíblemente la paz que sentía en ese momento no se comparaba a ningun otro sentimiento. Sentía que por fin había soltado todo lo que me dañaba, todo lo que aún no curaba. Todo se fué con él en ese momento. Entonces sonreí, lloré por el amor propio que de pronto comenzó a florecer y me sentí feliz. Feliz despues de tanto.

Un mes después me enteré por otros que su novia lo había dejado. Un mes y medio después lo volví a ver... yo completa y ¿él? A pedazos... sabrá Dios por cuál de las dos se veía tan roto, pero si de algo estaba segura era de que, por fin ni siquiera aquello importaba. Yo era feliz, y eso bastaba.