Con esto que voy a decir no quiere decir que le quiero causar daño ni mucho menos hacer que se sienta mal, solo quiero que con mis palabras al menos usted sienta un poco lo que yo sentí.

Por última vez, y tal vez dándole importancia, le escribo.

Es usted una persona muy dulce, al momento de conocerla .Es usted una persona interesada y al estar conmigo no pudo encontrar lo que quería, por eso se fue corriendo sin misericordia alguna. Es usted una niña de sólo juegos, que apenas está nadando en el mar del amor y cree que al primer problema en la relación debe salir corriendo sin importarle nada. Y sale corriendo y sin miedo se refugia en otro amor, otra relación, otro corazón para causarle daño.

Sabe, siga naufragando en el mar del amor de mentiras, y cuando se ahogue, y se dé cuenta que yo estaba allí para salvarla, me va a extrañar.

Porque sé que se ahogará, y hasta que eso no suceda usted no dejará de naufragar en ese mar. Hasta que no se choque, o hasta que no llegue un tiburón y acabe con usted, usted no parará de hacer daño.

¿Y sabe qué es lo más triste? Lo más triste no es que usted me causó daño, lo más triste es que usted se está haciendo daño y no se ha dado cuenta, se está matando sola, ahogando sola, prostituyendo sus besos, sus te amo, sus miradas por doquier y le importa muy poco el daño que se haga usted misma, no le importa que cojan su corazón como una caja de cartón, como si fuera reciclable usted va y se lo da a otro. Siga así y ya verá a donde llegará. Siga así y cuando usted tenga el corazón aplastado y ya esté usted dispuesta a casarse, y se dé cuenta que no tiene nada que ofrecerle a su futuro esposo porque regaló todo lo que tenía para dar, se arrepentirá de haber naufragado en ese mar, de haber causado tanto daño en los corazones (especialmente el mío) y se arrepentirá de haber prostituido su corazón, sus sentimientos. Pero para entonces será tarde, muy tarde, porque el tiempo no se puede echar atrás.

Pobre de usted cuando se esté ahogando y no esté quien usted quiere para salvarla.

Yo ya lloré, ahora me toca reír. Mientras usted se prostituye yo la observaré desde lejos y quizás me ría o quizás me dé pesar y la eche de menos, pero no la buscaré. Dejaré que se ahogue porque tampoco podré hacer algo. Lo único que puedo hacer por usted es rogar para que cuando se choque, no se dé tan duro, pero que sienta dolor, ¡que sienta dolor carajo! por todo el dolor que me causó a mí y a los amores pasados y los que vendrán (no saben lo que les espera al estar con usted, pobres).

Tal vez yo escriba sobre usted pero por última vez y tal vez dándole importancia le escribo directamente a usted.