Han pasado a penas unos días desde que… bueno, dejé de saber de ti. Y me jode el alma como no tienes una maldita idea, pues son las 3:00am y no me puedo sacar las ganas de llamarte y escribirte .
Los recuerdos contigo se comen mi cabeza. Quiero e intento sacarlos de mí pero uno a uno me llevan a recordar más y más y… ya empiezo a extrañarte de nuevo.
Disculpa la insistencia, pero es que no es mi culpa, es culpa de este maldito corazón que se niega a olvidarte, a darse cuenta de que ya no estás en mi vida y es que él no aprende a olvidarte y cada vez que un recuerdo junto a ti pasa por mi mente, este pobre corazón se rompe de poquito a poquito más.
Y en cierto punto lo entiendo, ¿sabes? Porque hiciste que aprendiera a quererte como hoy en día ya no se quiere. Lo hiciste dependiente de ti, de tus lindas palabras, de tus sonrisas tan encantadoras, de tus abrazos, de tu forma de hacerlo sentir especial y viéndolo ahora, tampoco es culpa de él. Si no, tuya y mía. Tuya por no decirle que no te ibas a quedar, que te ibas a ir para no volver y mía por no detenerlo cuando debí hacerlo. Por dejarlo caer en todo lo que le decías y… jajaja, que iluso. Se creyó cuando dijiste que jamás te irías y cuando te fuiste y no regresaste… ya no supo que hacer con todo ese amor que le hiciste sentir.
Supongo que es verdad eso de que dar todo a veces no es suficiente. Que siempre habrá un “pero” y después de eso no hay más que dolor.

Pero en fin, te pido una disculpa de parte de este terco corazón que no aprende a vivir sin ti. Y quiero pedirte de favor, que cuando te supere y esté feliz sin ti, no te atrevas a volver porque quizá en una de esas, esa cicatriz que dejaste, que me recuerda que fuiste parte esencial en mi vida; se vuelva a abrir.
Y entonces, este terco corazón empiece a sufrir de nuevo por tu maldito desinterés.