El refugio del lector. El solitario inquilino del búnker (XIV)
2 Mar, 2024
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Capítulo 1. EL COMIENZO


(Fragmento)



Texto adicional


Continuación...


Y como ejemplos de lo que decía había variedad y cantidad, recuerdo aquello que contaba con todo apasionamiento, incluso se le iluminaban los ojos mientras hablaba de ello .

Pues era uno de sus relatos favoritos, haciendo referencia a su trabajo como espía, «un día el mismo Comandante en Jefe (Fidel) en persona, antes de una complicada misión, que se nos había encomendado, nos dijo a un grupo de compañeros»: ¡Tengan siempre presente, que ustedes están aquí con el único y específico objetivo de luchar contra el Imperialismo, y han de tener la conciencia clara, de que su esfuerzo y sacrificio han de ir en todo momento encaminados a combatir por la dignidad y la libertad de los seres humanos! ¡En especial de los más débiles y también de aquellos que, por una u otra causa, no pueden hacerlo por sí solos y bla, bla, bla...!


Como es de sobra conocido, la locuacidad de Fidel Castro en sus momentos de máximo apogeo físico e intelectual era inigualable. Así que, el discurso continuaba para largo, y aunque Alexis estaba dispuesto a contarme con puntos y comas, todo lo dicho por el Comandante. Yo estaba atento a frenarlo con educación, pero con firmeza, ya que de lo contrario la narración podía durar horas.



Otras de sus historias preferidas, eran las que hacían referencia a su abuelo con relación a su amistad con Ernesto «Che» Guevara, el otro mítico Comandante de la Revolución Cubana, y esto es lo que me contaba Alexis al respecto:


En una arenga parecida a la anterior, en la que el «Che» se dirigía a sus hombres para decirles, «que el principal enemigo del ser humano era la ignorancia, que ese era el verdadero motivo que daba origen a la opresión de los pueblos y que antes de empuñar un arma, lo que había que hacer era coger un libro para saber por qué motivo luchaban, ya que la cuestión no consistía en pegar tiros sin sentido. Y cuantos más libros leyeran, mucho mejor, más cultura iban a adquirir y más difícil sería que nadie les pudiese engañar…»


Alexis, aludía siempre a su abuelo, que, sin duda, era su ídolo, puesto que raro era el día que no sacaba a relucir algo sobre él. ¡Mira, Pablo, mi abuelo siempre contaba que desde que era un niño había oído muchas veces esta frase!: «El Tiburón se baña, pero salpica»…!, que era algo que los cubanos decían sobre la corrupción de sus dirigentes, y muchos años antes de la Revolución. ¡Oye, Pablo, mi abuelo decía que él era comunista de siempre, y que su primera obligación como tal era la de comprender la realidad! Al parecer, esto lo había dicho en su momento Lenin, aunque el abuelo no debía de tener muy claro el significado de la frase, sin embargo, según decía su nieto, la repetía hasta la saciedad. ¡Pablo, chico! Mi abuelo me enseñó un viejo himno anarquista que decía: «Hijo del pueblo, te oprimen cadenas, y esa injusticia no puede seguir si tu existencia es un mundo de penas, antes que esclavo es preferible morir».



¡Pablo, mi abuelo, esto, mi abuelo, aquello, mi abuelo, lo otro!—¡Vaya «palizas» que me daba con el abuelito de los cojones!


El anciano, sin duda, ejerció sobre el nieto una gran influencia, y entre otros hábitos, le contagió su afición por la lectura, y Alexis desde pequeño se convirtió en un auténtico devorador de todo lo que de forma escrita caía en sus manos. Y me hablaba a menudo de los libros que había leído, los que estaba leyendo y de cuáles eran sus escritores favoritos, algunos completamente desconocidos para mí. Excepto Leonardo Padura, un autor que nos gustaba mucho a ambos.


Quizá su capacidad para contar historias reales o inventadas venía dada por su enorme voracidad como lector. Ya que es de sobra sabido que, al igual que en lo referente a la alimentación física del cuerpo, uno es lo que come, en lo que hace referencia a la nutrición mental, lo que se lee ocupa un papel muy importante a la hora de que el cerebro lo asimile. Y además, lo, utilice de forma más o menos acertada para dar rienda suelta a la imaginación, que según los casos puede ser en mayor o menor grado exagerada.


En fin, todo un personaje, el caribeño Alexis, un verdadero «Encantador de Serpientes, un auténtico Doctor en relaciones sociales y un Conquistador nato», que, además, se apoyaba en un físico agradable y bien proporcionado. Que era especialmente valorado por damas de cualquier edad, condición, nacionalidad, incluso estado civil, algo de lo que el cubano se vanagloriaba. Y una vez más, haciendo una exhibición de su inagotable capacidad para inventar hasta llegar a la afirmación más exagerada sin ningún tipo de recato, solía repetir con cierta frecuencia, que se había «cepillado» a lo largo de su vida a más de tres mil mujeres. Quizá quería hacerle la competencia a Julio Iglesias, aunque a mí, dada su edad, me parecían demasiadas. Aun reconociendo, que el amigo, además de su atractiva presencia, tenía una innata capacidad para llevarse «tías a la cama», una detrás de otra y sin parar, ¡vaya máquina de follar! Utilizando para ello una permanente y amplia sonrisa seductora, que se dibujaba en su cara (que solo algunas veces se difuminaba), cuando un maldito divieso, que se había convertido en huésped no invitado y perpetuo de su trasero, lo traía a mal traer, aunque se lo tomaba con su particular sentido del humor, ¡chico, ojalá este forúnculo se lo pudiera yo pegar en el «puto culo» a todos los enemigos de la Revolución!), y que dejaba a la vista, una perfecta y llamativa dentadura. Con una inmaculada blancura, que destacaba más aún por el contraste que hacía con su piel bronceada de mulato (y por la que, sin duda, cualquier fabricante de dentífricos de un país capitalista, que para Alexis eran casi todos, quitando el suyo y cuatro más, habría estado dispuesto a pagar lo que fuera para contratarlo de modelo publicitario de boca). Y que él siempre utilizaba como tarjeta de presentación. Aunque más bien la empleaba como llave, que le permitía abrir muchas puertas, y al mismo tiempo deshacer también muchas camas.



Sigue...


Autor: Franjo Halvary


"El solitario inquilino del búnker"

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