Verónica?
11 Ene, 2024
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Cursaba yo el cuarto año de la carrera de medicina, ya con prácticas hospitalarias y rotaba por el servicio de cirugía, estaba en pleno entregado al estudio; una tarde que salí del hospital rumbo a casa, en la estación más cercana del metro, divisé a una chiquilla hermosa a mi vista, medía 1.60, piel apiñonada por el continuo contacto con el sol, senos medianos en bella forma, cintura marcada al igual que su abdomen y unas piernas firmes que delataban ejercicio constante. Al tiempo que la miraba ella hacía lo mismo y se sonrojaba, nos subimos al metro y me toca sentarme frente a ella, platicamos de nuestras ocupaciones y comienzo una serie de preguntas a las que responde de manera breve pero siempre sonriente.
Se llama Verónica, 18 años, estudia para entrenadora deportiva en la misma universidad, practica futbol soccer y no tiene novio, al hacer esta última respuesta me atrevo a decir que no por mucho y ella no puede ocultar ese sonrojo que la hace ver tímida .
Al hacer un transbordo me atrevo a tomar su mano, ella voltea sorprendida y con miedo pero no me retira a lo que asumo como una aceptación, la dirijo a un espacio libre junto a la pared, le tomo la cara y la beso de manera suave, lenta, delicada, paulatinamente nos fundimos en un abrazo sin parar el beso, mis manos la toman de la cintura y la acercan hasta pegar su cuerpo al mío. Es ahí cuando paro y. sin darle tiempo a pensar, le pido sea mi novia, lo cual acepta. El resto del camino es entre besos y abrazos hasta llegar a dónde ella debe bajar, realmente cerca de mi casa y la acompaño hasta dos calles antes porque no quiere que sus padres nos vean. Los siguientes dos meses fueron de vernos a la menor oportunidad y siempre terminábamos en lugares apartados entre caricias y besos; en un momento me dijo que era yo su primer novio, que estaba descubriendo lo que era tener una relación de este tipo.
Al pasar ese segundo mes mis padres van de visita a Alemania a visitar a uno de mis hermanos que avisó que pensaba casarse y solicitó su presencia por tres meses mientras acababan los preparativos; entramos en periodo de vacaciones en la universidad y era más difícil el vernos pero cuando uno está enamorado siempre halla pretextos; así, una mañana en casa, mientras preparaba mi desayuno, llegó Vero, la invité a pasar y nos prendimos en un beso caliente, húmedo, lascivo, me mostró su identificación oficial -que se obtiene a los 18 años- y con ello se demuestra la mayoría de edad. En ese momento supe a lo que había venido, a entregarme su virginidad.
Sin más palabras subimos a mi habitación, lentamente fui besando su cuello, comencé a soltar los botones de la blusa, aflojé el corpiño y retiré el conjunto, ella hizo lo mismo con mi camisa y nos abrazamos sintiendo por primera vez nuestras pieles tocarse directamente; caricias corrían por los torsos desnudos, empecé a besar sus senos, alternadamente, yendo de la orilla hacia el centro, mordisqueaba suavemente, lamía, besaba, succionaba hasta que en medio de un abrazo sentí estremecer su cuerpo al tiempo que una notoria mancha de humedad crecía en su entrepierna, ella temblaba, sudaba, el tremor de su pelvis se hacía notar al pegarse a mis piernas.
La tome de la mano y se la llevé hacia mi bulto, la posé sobre él y le dije «mira como me pones, amor», deslizó su mano por dentro del pantalón y sobó mi miembro sobre el bóxer, aflojé mi cinturón y cayó mi pantalón al piso, me dediqué a retirar el suyo y a besar cada pedacito de piel hasta llegar a su sexo mojado, cerrado, hermosamente cubierto por el vello hirsuto, sus pezones enhiestos listos para las caricias, todo su cuerpo guiado por sensaciones nuevas, entregada plena y totalmente a mi y, poco a poco, la fui guiando hasta hacer que se sentase sobre mi mientras estaba acostado, nuestros sexos rozaban y la excitación era máxima, se fue acomodando hasta hacer coincidir mi glande con su entrada, empujé levemente y ella fue bajando hasta sentir que la cabeza entraba en su estrecha vagina, comenzó a moverse ayudada por mis manos y en unos breves minutos mi pene era devorado por ella de manera cadenciosa.
Ella controlaba la profundidad y el ritmo de la penetración, sus movimientos se hicieron más intensos y de súbito se metió todo de golpe al tiempo que sus fluidos mojaban mis piernas y la cama, su espalda se tensó, sus manos apretaban las mías y de su boca salía un ¡Ay, Dios! en forma de grito. Este orgasmo la dejó demolida, se apoyó con su torso en el mío, me besó tiernamente y susurró «Te amo». Como seguía erecto mi pene dentro de ella, preguntó si yo no pensaba terminar, así que la acosté sobre su pecho, me acomodé por encima de ella y fui besando desde sus oídos hasta las nalgas, ella separó instintivamente las piernas, le hice sexo oral hasta hacerla acabar nuevamente, mientras mi lengua hurgaba en su sexo, mis dedos acariciaban sus firmes nalgas y entre ellas, hasta llegué a amagar con penetrar su culito con mis dedos, le pedí elevase sus nalgas, me acomodé y desde atrás la fui penetrando, al principio suave pero, mientras más le daba, más pedía, más fuerte y más rápido, así estuvimos poco más de diez minutos hasta que empezó a apretar mi pene con su vagina, ella estaba con otro orgasmo y no puede evitar eyacular dentro de ella, llegando juntos a la gloria del amor.
Desde ese día y por las semanas de vacaciones ella iba a mi casa por las mañanas y salía por las noches, solamente esa primera vez lo hicimos sin preservativo, todas las demás nos cuidábamos para evitar problemas con las familias. Durante el casi año y medio de nuestro noviazgo compartimos sesiones de sexo al menos dos veces por semana, lo hacíamos en un hotel que se hallaba cerca de nuestras casas, en las casas mismas, algunas veces en una calle oscura, en el carro y hasta en la cama de sus padres. Fue difícil aceptarlo, pero su carrera y la mía hicieron separarnos, cada uno siguió su camino y apenas hoy nos encontramos después más de 25 años, platicamos rico, nos dimos los números de teléfono, ambos divorciados…

Al despedirnos me comentó que a su marido nunca le dejó hacerle sexo anal, veremos qué pasa.


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