Todos los seres humanos que habitamos sobre la tierra tenemos algo en común y es nuestra imperfección, sabemos que todos de alguna manera u otra cometemos errores, nos equivocamos al momento de realizar una tarea, herimos a alguien, tomamos malas decisiones, etc. Estamos tan acostumbrados al sufrimiento, al dolor, la enfermedad, al fracaso, a relaciones interpersonales conflictivas , a la intolerancia, el desprecio, el odio, el orgullo, etc .
La biblia explica detalladamente que en la humanidad hay maldad y lo dice en Eclesiastés 7:20 Sin embargo, no hay en este mundo nadie tan bueno que siempre haga el bien y nunca peque. En este texto la biblia utilizó la palabra pecado que significa etimológicamente errar al blanco, esto quiere decir que cuando pecamos no acertamos o nos desviamos de lo que hubiera sido correcto hacer. De este modo, estamos quebrantando la ley de Dios, deseando vivir a nuestra manera y solucionando nuestros problemas por nuestra cuenta. Dios estableció sus leyes para nuestro beneficio, estas nos marcan el camino para accionar de forma correcta ante él y hacia los demás, también sirven como protección para evitar consecuencias perjudiciales, no solo para nosotros sino también para nuestro entorno. Todo esto surgió de la conocidísima historia de Adán y Eva, los primeros seres humanos que no siguieron las leyes de Dios.
El pecado es lo que nos separa de Dios y la paga del pecado es la muerte. Así como en la sociedad castigamos a los criminales conforme a los delitos que cometieron, así también lo hace él porque es un ser justo. Por este motivo vino Jesús el hijo de Dios a morir en una cruz por nuestros pecados, tomando nuestro lugar, sacrificándose para que no tuviéramos que hacer lo mismo. De esta forma podemos acceder a ese regalo de la salvación en donde después de la muerte nos asegura una estancia permanente con él y solamente por medio de él podemos relacionarnos con Dios el padre, obtener un vínculo estrecho gracias a Cristo. Entonces él es la solución para no llegar al castigo eterno después de que partamos de este mundo.
Ahora bien, cuando recibimos a Jesús convirtiéndose en nuestro Señor y Salvador de nuestras vidas, no quiere decir que esta naturaleza pecaminosa, esta maldad que vive dentro de nosotros va a extinguirse en esta vida. Sino que como seguidores de Jesús nuestra tarea es morir a nuestro orgullo y rebeldía todos los días, apartándonos del pecado, respetando y obedeciendo sus leyes para poder vivir conforme a como a Dios le agrada y de esta forma asemejarnos cada vez más al carácter de Cristo. Para que esto ocurra debemos arrepentirnos de nuestros errores y nuestra vana manera de vivir y permitir que el forme parte de nuestras vidas. El apóstol Pablo dijo: Con esto no quiero decir que yo haya logrado ya hacer todo lo que les he dicho, ni tampoco que ya sea yo perfecto. Pero sí puedo decir que sigo adelante, luchando por alcanzar esa meta, pues para eso me salvó Jesucristo. Filipenses 3:12.
Tenemos la esperanza de que Jesús volverá por aquellas personas que lo eligieron, y establecerá un gobierno de justicia, en donde ya no habrá maldad, sufrimiento, imperfección, etc. Esto parece una fantasía, una utopía, porque estamos tan acostumbrados a esta realidad tan perversa, mal intencionada, mal manejada en esta vida, pensando que solo podría ser un sueño. Pero si estamos acá es por una razón, considero que podríamos darle el lugar a Jesús en nuestras vidas y estar abiertos a creer en esa esperanza venidera.
Espero que esto que te compartí lo puedas considerar, meditar en ello y serte de ayuda. Gracias por tomarte el tiempo de leerlo hasta el final. Saludos.