Frankenstein o el moderno Prometeo
15 Dic, 2021
Tiempo de lectura aprox. :
21 min.
+3 votos

¿Acaso te pedí, Creador, que convirtieras en hombre el barro del que provengo? ¿Te induje a que me sacaras de la oscuridad?
EL PARAÍSO PERDIDO.


Nota: 8/10



Generalidades sin spoilers


Frankenstein nos habla de lo inhumano del ser humano y lo de lo más humano de una Criatura sin responsabilidad en su existencia. A partir de este concepto, la autora aprovecha para retratarnos de manera profunda y desgarrada la naturaleza humana en los más extremos escenarios, con pinceladas socioculturales de la época y descripciones realistas de Ginebra, Inglaterra o Escocia, lugares a los que ella había viajado y visto en primera persona .

Como buena hija de activistas literarios, no desaprovecha la oportunidad para la crítica al sistema político y social, a la religión, desigualdad o el tribunal de justicia. Podemos afirmar por tanto, que la novela tiene una ideología marcada heredada por sus padres y consciente de ello, la educación como forma de liberar o encadenar la personalidad, está muy presente en el mensaje de la historia.



Mary Shelley (1797-1851)


Aunque para mí, uno de los grandes mensajes que nos llega de la novela es el poder de los prejuicios, ese poder de juzgar por la apariencia y la construcción social aprendida desde niños de lo que es bello y de lo que no, la asociación de la «fealdad» a la maldad, esa fealdad que es un mero concepto subjetivo inventado a través de cánones impuestos y que tiene tanto poder a la hora de presentarte en sociedad, como una introducción totalmente definitoria de tu persona y que para la Criatura de esta novela es una maldición contra la que no puede luchar. El monstruo no nace, lo creamos entre todos por una discriminación devastadora y cruel, provocamos odio, rencor, venganza y sufrimiento que son los vehículos ideales para la maldad. Se podrían sacar muchas lecturas actuales de cómo personas totalmente arrinconadas, apartadas y rechazadas socialmente, no les queda otra que aceptar el rol de villano porque no les hemos dado más alternativa, aunque siempre estará presente la libertad individual en la propia elección personal. Mensaje claro de la autora a la poca autocrítica que tenemos como sociedad a la hora de hacernos responsables de los villanos que creamos cuando oprimimos.


Recomendaría su lectura si buscas un terror existencial, filosófico y profundo, donde lo más importante son las emociones de los personajes, sus sufrimientos, anhelos y visión del mundo. La identidad de los protagonistas se desvirtúa a través de sus experiencias y pueden llegar a solaparse aunque sus caminos hayan sido opuestos. Lo que más me ha fascinado es la capacidad de que ambos, Criatura y Creador, puedan ser villano y héroe, cazador y presa, amo y esclavo al mismo tiempo. Está en tu criterio, en tu subjetividad, en los grises que veas en la historia mientras los personajes transitan por un infierno nevado.


A partir de aquí SPOILERS



Jugar a ser Dios



Percy Shelley (1792-1822) inspiró el personaje de Víctor Frankenstein, los sentimientos de la autora hacia su marido se proyectan a través de los ojos de Walton.



La novela deja una idea clara desde el comienzo: si alteras la naturaleza y juegas a ser dios, tendrás consecuencias nefastas. La ambición de Víctor Frankenstein no se verá saciada hasta que culmina su obra, sabiendo él mismo durante el proceso que su mayor logro condenaría su existencia para siempre. Aún así, no consigue parar a tiempo; el propio orgullo de superar a sus maestros, de demostrarse a sí mismo que podía estar fuera del yugo de la religiosidad y de un ser superior, el sentirse realizado como alguien extraordinario, pueden más que la sensatez y esa angustia interior que le advierten del peligro. Mientras crea a la Criatura, se horroriza de lo que está haciendo, se avergüenza de sí mismo y se aísla totalmente de la realidad y de sus seres queridos, es consciente de que ha cruzado una línea terrible, pero se ha vuelto adicto a su propio poder.


Identidad de los personajes y religión


La historia está enmarcada en el cristianismo, sus personajes son especulares de Adán, Dios y Satanás e irán jugando a sentirse uno u otro según el tramo de la historia, confirmando que sus identidades son muy complejas y llegan a puertos comunes de venganza, ira y odio. La Criatura se siente como Adán, creado por un ser superior pero termina siendo como el Diablo, con el único fin de acabar con su mano creadora y odiar a la humanidad. Víctor también se siente Adán en su parte pecadora y termina siendo Satanás embriagado de venganza contra su propia obra. Por ello los personajes presentan cualidades de héroe y villano al mismo tiempo y puedes empatizar con ambos: la benevolente criatura solitaria y abandonada que siendo rechazada se vuelve maligna y el creador osado que juega a ser todopoderoso y da vida a un ente del que no se hace responsable y que termina perdiendo a todos sus seres queridos, muriendo solo y con el único propósito de salvar a la humanidad de un mal mayor. La ambivalencia está muy presente.



Villa Diodati, lugar en el que Mary se reunía con otros escritores y donde surgió la idea de Frankenstein.



Como hemos visto, la religión está muy latente en las referencias de la autora, aunque es duramente criticada en dos escenas clave. En una se hace referencia a la privación de la libertad que sufren las mujeres bajo el velo de la religión y cómo se debe luchar para ser independientes, poder acceder a la educación y no ser relegadas a quehaceres insatisfactorios para muchas de ellas. Estos pensamientos vienen claramente de su madre, Mary Wollstonecraft, conocida feminista que escribió ampliamente sobre estos temas. La otra escena es bastante más dramática y se cobra la vida de Justine, en parte al ser coaccionada por un sacerdote a confesar un crimen que no había cometido. Aquí claramente se hace una crítica al abuso de poder de la iglesia y de sus integrantes y al fallido sistema judicial.


Educación



Mary Shelley y Mary Wollstonecraft (1759-1797)



La educación es otro concepto clave en la obra, la Criatura es un papel en blanco que por instinto aprende a sobrevivir en el campo sin otra presencia viva que los animales, por tanto no conoce de prejuicios ni constructos sociales. Aprende a usar el fuego, a interpretar sus necesidades básicas de hambre y sed, a saber identificar lo que sus ojos le muestran, a discernir entre la hierba y el insecto y analizar sus propias emociones. En la total soledad, es capaz de ser autodidacta de forma instintiva para sobrevivir, comienza a entender cómo funciona el mundo pero no la sociedad y todo lo que ello conlleva.


Walton también hace alusión a su formación y cómo se siente incapacitado para llegar a sus metas por no haber tenido acceso a una educación más amplia, eso merma su autoestima y siente una necesidad agobiante de realizarse como persona, este aspecto autodidacta ante la falta de recursos es algo recurrente. Sin embargo Víctor, criado en una burguesía ilustrada, tuvo alcance a grandes dosis de conocimiento que le permitieron llegar a uno de los grandes misterios de la ciencia. Por tanto, mucho hincapié de la novela en cómo afecta la educación y el acceso a ella en la personalidad futura de un ser humano.



Universidad de Ingolstadt, lugar donde Víctor estudió y adquirió los conocimientos para crear la Criatura.


Crítica al sistema social y político


Conforme la criatura se culturiza comienzan los problemas existenciales para ella. Empieza a conocer el funcionamiento de la sociedad y el ser humano. Su pureza aún sin roturas no entiende cómo puede haber inmensas riquezas y extrema pobreza, clases sociales, nobleza heredada y sobre todo, se horroriza al averiguar que los humanos se matan entre ellos por motivos que él no puede justificar, no comprende cómo el asesinato entre iguales es algo normalizado. Mary en este punto y algún otro más en la novela, hace una crítica mordaz al sistema que cree injusto para muchos y privilegiado para pocos, donde la lucha de clases se intuye claramente.



William Godwin (1756-1836)



También hace una dura crítica a la monarquía alegando que en países republicanos hay menores diferencias entre los estratos sociales y que los más inferiores no están tan empobrecidos, tienen acceso al conocimiento y no pierden la dignidad por el camino. La propia criatura reflexiona que nunca pensó que hicieran falta leyes para civilizar a los humanos pero viendo las maldades que somos capaces de cometer, acaba entendiendo que son necesarias. Para la autora es un asunto moral y lo deja muy claro en la novela. Estos puntos de reflexión vienen inspirados por su padre, el conocido anarquista William Godwin.


La paz en la ignorancia y el dolor en el saber


Primera página de la primera edición de Frankenstein.


En este punto, la Criatura está empapada del ser humano a través de la observación y de los libros pero nunca por propia experiencia, la soledad es extrema y poco a poco va cayendo en un pozo de anhelo y tristeza. Necesita sentir el amor, la calidez y la compañía pero sabe que le están vedadas por su aspecto. Su reflejo le horroriza, comprende por qué un pueblo entero le persiguió y demonizó. Esta es una de las paradas más interesantes de la novela: la autoconsciencia de la Criatura, la elocuencia en sus razonamientos y el entendimiento de su propia miseria. Al adquirir el saber comienza el sufrimiento, se embriaga de las imposiciones sociales y se rechaza a sí mismo, algo que cuando vivía en el campo con los animales nunca le ocurrió. Ahora entiende que para ser valorado en una sociedad necesitas tener riquezas y linaje, atributos de los que carece. El conocimiento va de la mano del dolor, y en ocasiones quiere volver al bosque con su ignorancia y sólo sentir hambre y sed porque existir duele y le sobrepasa. Algo que ciertamente es muy humano.


El poder de la apariencia


Para compensar su desventura, la Criatura realiza actos bondadosos que nunca sobrepasan la barrera del prejuicio. La familia generosa a la que ayudó lo echa a golpes de casa, prefiriendo creer en espíritus etéreos que admitir que aquel ser deforme pudiera tener corazón. El padre de la niña a la que salva de ahogarse le pega un tiro y sale huyendo y el hermano pequeño de Víctor, ya con ideas interiorizadas sobre la fealdad y lo que representa, no es capaz de ver más allá de la carcasa. Esto se cobrará la vida del niño ante una Criatura que no puede aguantar más el rechazo y la vejación.


La Criatura representada por Bernie Wrightson.


Es curioso cómo la familia cristiana es capaz de salvar las diferencias religiosas (se empobrecen al defender a una persona musulmana) pero nunca las del físico. Aquí se produce el punto de inflexión en la moral y la naturaleza de la Criatura al cometer su primer asesinato, es consciente de que no hay vuelta atrás; se ha convertido en lo que siempre odió y los remordimientos le acompañarán hasta el final. Es cuando decide que la única solución radica en repetir el pecado: Víctor debe crear una mujer para subsanar su soledad, otro ser que no lo rechace por ser distinto y lo acepte como a un semejante. Pero esto nunca pasaría.


Duelo y muerte


A partir de aquí, comienza una persecución donde ambos se sienten cazadores pero sólo uno de ellos lo es. La Criatura no tiene nada que perder, no siente miedo sólo desolación, ira y remordimientos, por lo que posee todo el poder en la situación. Se inicia un duelo psicológico en el que los dos acaban aislados emocionalmente; uno por obligación social y el otro por la culpa de haber creado un mal innecesario.


Terminan en el mismo estado de soledad, dolor y sentimiento de venganza pero con una diferencia vital: Víctor ha conocido el amor, ha tenido una infancia feliz y bienes materiales para una vida acomodada. Por eso la caída es tan grande para él, porque sabe lo que ha perdido por su ambición temeraria. En cambio la Criatura anhela lo desconocido, desea lo que nunca va a poder tener y eso le provoca dolor y frustración, al extremo de matar a la mujer de Frankenstein para que tampoco tenga lo que a él le ha sido negado. Asesina a todos su seres queridos para que sienta en dolor de la soledad y termina necesitando a su creador porque su vida sólo tiene sentido si aún puede vengarse de Víctor, la venganza es el único sentimiento que se le ha permitido experimentar.



Ilustración de Douglas Bell


Finalmente Víctor muere intentando aniquilar su obra en una curiosa inclinación religiosa que nunca antes había tenido, pensando que habrá un cielo en el que todas las personas perdidas le están esperando y sonriendo por descansar al fin del infierno que ha sido su vida. Llama la atención que se agarre a la espiritualidad para convencerse de que ha sido perdonado y que todo estará bien cuando ya no respire. La Criatura, en la paz de la muerte, se queda en soledad ya sin sentimiento de venganza y tan sólo con el dolor y los remordimientos y entiende que el juego ha terminado, que su existencia ya no tiene más sentido y promete acabar con su vida lejos de la humanidad, como una alegoría de lo que ha sido su corta y dura experiencia en este mundo.


¿Aprendizaje?



Ilustración de Douglas Bell


Durante toda la novela está latente la moraleja de los límites de la ciencia, de la ambición y líneas que no se deben cruzar, incluyendo además referencias a textos con las mismas lecciones. No hay duda de que Víctor ha sufrido las consecuencias por no hacer caso a las advertencias y él mismo lo reitera en muchas ocasiones pero llegados al final nos quedamos con la sensación de que sigue teniendo en parte, la misma naturaleza egoísta: no quiere que el barco regrese porque debe cumplir su meta de matar a la Criatura. Por un lado podemos pensar que lo hace para salvar a la humanidad pero también tiene una parcela personal y privada; su deseo de ganarse el cielo y cumplir la misión que se ha propuesto a expensas de que parte de la tripulación muera. Una vez más, los límites de la moralidad se vuelven a cruzar y deja patente el esfuerzo que nos cuesta aprender de los errores.


Por su lado Walton es el ejemplo contario, sacrifica su sueño para no cargar con las vidas de sus trabajadores y no llegamos a saber cuánta influencia ha tenido el relato de Frankenstein en esta decisión. Y es que el dilema está claro, si te dieran a elegir ¿Qué preferirías? ¿Sentir el fracaso por no conseguir tus metas o traspasar la línea de la moralidad y cargar con el triunfo y sus consecuencias?


Hasta aquí mi análisis de la obra de Mary Shelley y el viaje que ha supuesto conocer a estos personajes. En parte me siento como Víctor Frankenstein con mi obra pero intentaré cuidarla para que no se vuelva en mi contra. Cualquier comentario será bien recibido y el debate es siempre bienvenido. ¡Hasta la próxima langostas del mundo!

301 visitas
Valora la calidad de esta publicación
2 votos

Por favor, entra o regístrate para responder a esta publicación.

Publicaciones relacionadas
Adimvi es mejor en su app para Android e IOS.