Filosofar en tiempos de virus
18 Nov, 2021
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En estos momentos resulta difícil vislumbrar el día en que la pandemia del coronavirus devenga un recuerdo del pasado. Las consecuencias de esta crisis global, que afecta a todos y no entiende de nacionalidades, etnias, convicciones o patrimonios, son difíciles de imaginar .

Pero cuando llegue ese día, ¿habremos cambiado sustancialmente? ¿O la sociedad volverá a sus inercias actuales?

Cuesta concebir un peligro social potencialmente más instructivo por su carácter igualitario que la incomparable amenaza del Covid19. Se trata de una cuestión global que no puede abordarse con eficacia recurriendo a recetas locales y que precisa de una cooperación universal desde una óptica cosmopolita.

¿Podría esta pandemia global dar lugar a una suerte de revolución social? Una revolución tan inédita como la propia pandemia. Que fuese acometida sin estridencias y se viera consumada mediante reformas de gran calado. Que contemplara unas reglas de juego menos determinadas por los intereses estrictamente económicos. Que generase un contrato social de nuevo cuño, presidido por las prioridades vitales de todos los ciudadanos.

La extrema desigualdad no es sostenible

Esta crisis carente de precedentes puede hacernos comprender que la actual desigualdad social cada vez más acusada, no es sostenible a medio y largo plazo. Los beneficios desmesurados de la especulación deben tender a moderarse y no suponer el único modelo social a seguir. Las rentas del trabajo han de apreciarse como merecen, para reactivar un consumo atemperado en el que no se solicite tanto lo superfluo.
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Reflexiones filosóficas contra siniestras profecías autocumplidas

No descartemos que una terrible catástrofe social de semejante calibre, como la pandemia del coronavirus declarada en 2020, pueda propiciar a medio plazo sorpresas agradables para nuestra futura convivencia. Siempre y cuando sus enseñanzas nos alienten a orientar con mayor tino el rumbo social de nuestras prioridades vitales.

Esta crisis puede invitarnos a reencontrarnos con la naturaleza y a disfrutar de las relaciones interpersonales como antaño. Puede hacernos ver que –parafraseando a Kant– las cosas pueden siempre cambiarse por algo equivalente y por eso tienen un precio de mercado. Pero que las personas no deben ser ser jamás un mero instrumento para una u otra finalidad. Porque su carácter irrepetible les hace sencillamente insustituibles. Y ello les otorga esa dignidad indisociable del ser humano.

Aunque parece algo muy obvio, se diría que tendemos a olvidar lo más evidente. Saquemos lecciones positivas de la pandemia. Las lecturas catastrofistas acostumbran a devenir profecías autocumplidas y ese riesgo sí que podemos evitarlo. Para eso sirve la filosofía, que nos hace mirar en lontananza y otear nuevos horizontes desde los que vislumbrar nuevas perspectivas.

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ANDREA31 0 puntos 28 Dic, 2021 ANDREA31 0 puntos
wao
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28 Dic, 2021
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