Hasta que los conductores no giraban hacia el camino de gravilla principal, nadie estaba seguro de que fuera la dirección correcta. Apenas se oía bullicio o música desde fuera .Pero la imagen de todo el edificio iluminado, con las puertas abiertas completamente y los elegantes invitados llegando sin parar hacia la entrada del castillo de Zhime lo confirmaba. El baile de máscaras de primavera había empezado.
Martin miraba con recelo a todos desde el piso de arriba. No se fiaba de ellos. Por eso, él tenía tan clara su misión de esa noche, que no le resultaría difícil pero no podía fallar. Por su honor y el de su señora. Por órdenes de ella misma, bajó por las escaleras directamente poniéndose su máscara, sin esperarla.
—Ten cuidado, Martin Ferrars —oyó una voz suave, gastada por los años, que conocía muy bien.
Martin se dispuso a dar órdenes y a disponerlo todo a gusto de la señora. Con esto hecho, localizó al primogénito y único hijo de la casa, John, lo saludó y se dirigió a él. A medio camino se encontraron, se dieron la mano como hermanos y se separaron. John fue hacia su madre ya en el pie de la escalera saludando a algunos de sus invitados. Martin empezó a buscar a su primer objetivo: Paula Mayers. Atravesó varias estancias del primer piso nervioso pero vigilando bien su alrededor hasta que pudo encontrarla. Como se conocían y estaba sola, sería fácil llevarla hasta la presencia de la señora Kevin y a partir de allí, ella se ocuparía de Mayers.
Se acercó con cuidado observándola. Llevaba su cabello pelirrojo recogido en un moño decorado con algunas flores de su jardín. El vestido no era llamativo, pero su azul celeste brillaba con algunas joyas muy pequeñas en el torso. Su cara parecía más joven de lo que ella era. Tenía las mejillas sonrojadas y se abanicaba sin descanso. Algunos hombres la miraban sin disimulo y eso disgustaba a Martin. Con mucha delicadeza, se presentó hacia ella y la guió hasta la señora. En contra de la opinión de la dama, le contó a Mayers lo que pasaba, que se encontraba un tanto confundida, aunque confiaba plenamente en él. Ella, después de la explicación, confesó que se sentía incómoda en aquel lugar y que les agradecía su atención.
Y así, la protegida de su señora pudo estar bajo su cuidado y el de su primo John durante toda la fiesta. Las habladurías sobre las malas intenciones de ciertos hombres hacia la chica estaban latentes en el corazón de la familia Kevin, de la señorita Stefan y de Martin Ferrars. De esta manera, en este núcleo familiar, pudo sentirse protegida.