En ocasiones, luego de leer alguna que otra crónica sobre mendigos, es habitual que acuda a la mente la terrible pregunta de si podría suceder que alguna vez, desplazado por aciagos y ominosos vientos, llegase también uno a caer en semejantes sumideros de miseria. Lo cierto es que los vemos por la calle, desaliñados y postulantes, y tenemos la impresión de que son algo muy alejado y enteramente diferentes de nosotros .
Recuerdo que hace algunos años quemaron a una mujer en un cajero, de la que más adelante se supo que provenía de una alta posición social y a la que determinadas circunstancias aciagas condujeron a aquella posición mendicante. También están casos más sonados, como el del futbolista Julio Alberto o el boxeador Poli Diaz, a quienes sus respectivas adicciones a las drogas llevaron a la ruina y posterior mendicidad, o incluso casos más internacionales, como el de la cantante Whitney Houston, quien poco antes de morir rebuscaba en la basura de diversos contenedores para encontrar algo que llevarse a la boca. También pude ver hace tiempo un documental donde unos periodistas entrevistaban a diversos mendigos, quienes les describían con pelos y señales cómo vivían el día a día, y lo cierto era que, cuando hablaban del pasado dejado atrás, casi todos se desmoronaban y terminaban rompiendo a llorar. Supongo que eso y el rechazo social es lo que más les duele. En cualquier caso, son historias que hacen que a uno se le ericen los vellos de la piel.