Letter to a shadow.
21 Mar, 2019
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Se que me he mentido mucho acerca de los sentimientos, y se también que he mentido a los demás; pero hoy me doy cuenta que no me creo todo lo que digo, porque...


Aún lo recuerdo. Aún me acuerdo de él cuando veo a la nada .

De hecho, nunca lo olvidé. Lo sigo recordando como si hubiese estado conmigo hace unos instantes. Todavía recuerdo su tacto rozando mi mejilla para retirar una lagrima, recuerdo sentir su presencia diciéndome que todo estará bien. Sus labios enredados con los míos como cordones de zapatos que se unen fuertemente y que al final terminan separados, pero juntos, para después volver a enredarse cuantas veces quieran.


Todavía veo esos lugares en donde solíamos estar, y nos veo ahí, riendo a carcajadas, escuchando sus historias descabelladas y siendo nosotros, disfrutando de la vida, y yo, disfrutando de él, como “un TBT que camina”, como algo surrealista que nadie entendería, solo él y yo.


Esas charlas en donde trascendíamos creyéndonos filósofos y que terminaban en risas y dejando al aire la pregunta de que si hay más vida aparte de este mundo; cabe aclarar que muchas de nuestras conversaciones eran netamente sarcasticas y aun así nos entendiamos perfectamente, era una conexion extraordinariamente inefable. También recuerdo esas pequeñas, divertidas e interminables discusiones sobre una de sus frutas favoritas que, para mí, es horrible. Interminables, porque no llegaba a convencerme de que esa fruta era deliciosa, pero siempre terminábamos uniendo nuestros labios como dos amantes que no se veían hace meses. Aun así, nos queríamos… tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo.


Éramos raros, de esos raros buenos, de los que se ríen de cualquier bobada y de los que acompañan un vino de café artesanal con crispetas, mientras se hace un brindis más largo de lo que sería la película de Avengers: End Game.


Lo quería, realmente lo quería, y lo quise tal vez cuando no debía hacerlo. Quizás en este tiempo él no me crea, pero sabe muy en el fondo que así fue.


Él era esa persona por la cual yo podía empezar de nuevo mi vida, él era esa suficiente razón para hacerlo, pero por miedo a lo nuevo, por miedo a cambiar, por miedo a sentir otra vez esos sentimientos hermosos... simplemente por miedo, eché a perder todo y lo perdí a él. Perdí mi Sol, ese que iluminaba aún más mi vida con más fuerza, ese que corría hacia mí con chocolates cuando se enteraba que yo estaba triste.


Y aunque siempre, en algún momento, tuve razón sobre estar mejor si no estábamos juntos, yo seguía en ese limbo, en esa frontera horrible entre estar y el miedo. Cabe decir que soy de esas personas que se dejan llevar por los sentimientos, y en ese momento tenía una guerra dentro de mí: esa mujer apasionada queriendo amarlo VS esa mujer que le teme a los riesgos y evita salirse de su zona de confort. Después de todo… esa mujer temerosa ganó.


Ya no estoy con él, ya no lo veo, ya no hablo con él, pero cada que el Sol ilumina nuestro mundo, lo recuerdo, y cada que la Luna sale a resplandecer la noche, también lo recuerdo. Porque el Sol y la Luna son nuestros símbolos, y para mí, estas estrellas maravillosas significan mucho y representan lo que fuimos.


En los últimos cinco años de mi vida, puedo decir que ese capítulo – en donde su vida se cruzó con la mía – fue uno de los mejores, creamos un hermoso eclipse. Quería, quiero y siempre pensé – en el tiempo que estuve con él – en hacer un perfecto y eterno eclipse.


Él es esa persona que devolvió mi inspiración para escribir, ahora le escribo a él y esta es una de tantas que tengo para él.


(Siempre Sol, siempre Luna)


Te recuerdo siempre.

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