- "¿Qué tenés?" –preguntó con la delicadeza...
Tragando el nudo en la garganta al filo del llanto le dije:
- "La amo, la amo tanto…. Aunque no se lo pueda decir, aunque no lo parezca o sea prohibido,la amo tanto que mi sentimiento partiría el cielo .Tal vez mi única salvación sería la muerte, pero ni así habría límite para dejarla de querer. Siempre la voy amar, siempre… Con todos mis huesos, con todas mis fuerzas, la mente se ha llenado de su sonrisa y mis manos mueren por tocarla.Mi boca grita un beso suyo mientras mi corazón tiembla como un terremoto al sentir su mirada.No podré liberarme nunca, ni vivo, ni muerto, ni ausente o ajeno. Pues la amo y hacerlo me condena. Condenado a su ternura que desborda lo más excitante de la locura, con su cuerpo de diabla y alma de diosa. Condenado a que mis desvelos lleven su nombre y mis pretextos su apellido. A que la tierra que pisen sus preciosos pies sea sagrada y de lo que toque sea santo. Condenado a vivir queriéndola cada vez más sin mesura, sin calendario ni horario, rompiendo esquemas y corduras. ¡¿Quién me libra de esto sino es ella diciendo que me ama?!.... Aunque muriera y mi cuerpo se hiciera polvo… Cada partícula de mí cuerpo seguiría sintiendo amor por ella. Siempre la voy a querer…. Siempre…"
Y lloré, lloré frente a mi madre cayendo en sus brazos, abrazándome me acompañó en mi desahogo, en ese instante, los dos supimos, que me había enamorado.