"La envidia es como un balancín. Cuando nos montamos en él, nuestro lado pesa más, mientras que el foco de nuestro descontento se eleva dejándonos abajo .En ese desequilibrio, siempre quedamos por los suelos. La envidia nos aboca a la autocompasión y a la ingratitud. Estamos tan obsecionados con nuestra insatisfacción que nos es imposible disfrutar de lo que tenemos o hacemos.

La envidia nos conduce a la amargura, al resentimiento y a la hostilidad. No es de extrañar que la palabra envidia venga de la palabra latina "invidere", que significa "mirar con malicia".

Eres una persona singular, con capacidades únicas, con un ritmo y destino especiales. No tiene ningún sentido que te compares. Considera con sinceridad y gratitud a todas las capacidades, bienes y bendiciones que tienes. Verás cómo eso te ayuda a sentirte satisfecho con lo que tienes y con quién eres"

El problema de la envidia es el centrarse demasiado en los demás, en lo que los demás tiene, te enfocas tanto en ello, que te olvidas de tus virtudes, te olvidas de ti mismo, de tus buenas cualidades, de aquello que tú mismo tienes y posees. La envidia es un mal sentimiento que nos afecta negativamente y nos hace daño. En lugar de centrarnos en los demás y en lo que tienen, mirémonos a nosotros mismos y en aquellas cosas maravillosas que poseemos y aquellas que queremos adquirir, trabajemos más en nosotros mismos y centrémonos más en nosotros!

No permitas que la envidia te arrebate otro segundo de tu felicidad. Siempre que esta te hace compararte con los demás, te quedas corto, te vuelves cínico y nada de lo que haces te satisface. La envidia además te lleva a sospechar de los motivos de los demás, incluso cuando se preocupan de verdad por ti. Te cuesta aceptar que su amistad sea genuina y por eso te distancias y terminas haciendo nuevos amigos. ¿Cuál es la solución? El antídoto para el veneno de la envidia es la aceptación y la gratitud. Se trata de aprender a estar agradecido por todas las bendiciones que te rodean.