Hoy traigo un tema complicado: Jahseh Onfroy (nombre real del artista) falleció el pasado 18 de junio, con solo 20 años, tiroteado en su coche. Sobre él pesaban penas y acusaciones de violencia de género, robos y agresiones; temas que personalmente condeno enérgicamente, pero que muchas acabaron más o menos probadas de falsas, pero no quiero entrar en esos debates y me centraré en su figura y su música.

A este joven le asediaba una fama que no pudo controlar, siendo ya una estrella del panorama internacional del trap con solo 17 años .Entonces esa vida de excesos creó la imagen del chaval que, al tiempo que se redimía de sus pecados, demostraba una vulnerabilidad emocional inquietante. En sus últimos meses de vida contribuyó con donaciones a diferentes causas, así como un cambio de temática en sus redes sociales, tirando hacia el discurso motivante para quien necesite ayuda. Un alma rota buscando arreglarse.

En sus letras podemos encontrar de todo: Desde temas de protesta social con influencia del metal y el punk, hasta temas personales intimistas y espirituales que son puro grunge.

Un artista fugaz rodeado de controversia que encontró la muerte antes que a sí mismo.