El orgullo es uno de los males que los seres humanos tenemos en nuestro interior, y es experto en romper vínculos, generar guerras y desacuerdos. Este hecho lamentable causa que nos encerremos en nuestras posturas y puntos de vistas ante diferentes situaciones que surgen, en donde nos imposibilita ceder e intentar negociar .

      Este problema se origina en aquél acontecimiento en el principio de la historia del ser humano, desde el punto de vista bíblico, en la que Adán y Eva tomaron la decisión de rebelarse contra Dios, continuando así por sus propios caminos, y este defecto de exparció de generación tras generación, es decir, abarcando a toda la especie humana.
     

     Desgraciadamente no podemos revertirlo debido a que nuestra naturaleza pecaminosa, que es aquella naturaleza errante que nos lleva a cometer errores constantemente. Pero lo que si podemos hacer, en el caso de que deseemos acercarnos a Dios es arrepentirnos de nuestros pecados y aceptar que Jesús sea el salvador de nuestras vidas. El es el puente que nos aproxima a Dios el Padre. Una vez que lo recibimos y tomamos la decisión de llevar una nueva vida, inmediatamente tendremos a una compañía que es la persona del Espíritu Santo para guiarnos y convencernos de que estamos accionando de mala manera. Él obrará de tal modo que nos ayudará a abandonar la vieja vida, las malas costumbres y dejar a un lado el orgullo para vivir conforme a como a Dios ha querido desde un inicio. Porque sus leyes no son un conjunto de prácticas meramente religiosas, sino que son un estilo de vida que nos llevan a estar en paz con él y con los demás.
     

        La única forma de que podamos obtener una relación con Dios es si lo hacemos con humildad. En Santiago 4:5 dice "Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes". La gracia es el favor inmerecido de Dios para con nosotros, se trata de que él nos escoge para bendecirnos en lugar de maldecirnos, a pesar de que nuestros pecados lo merecen. Y la conseguimos mediante la persona de Jesús.
   

      En conclusión, Dios ha querido rescatarnos de la perdición por medio de su Hijo Jesús, el Dios encarnado, que se entregó por los pecadores, para pagar la deuda que vos y yo tenemos, lo cual era imposible poder saldarla por cuenta propia. Una vez reconciliados podemos ser transformados a medida que vamos caminando con Jesús porque el dijo "aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón". (Mateo 11:29)

      Te dejo un pasaje bíblico para reflexionar: " Así que humíllense delante de Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y Dios se acercará a ustedes. Lávense las manos, pecadores; purifiquen su corazón, porque su lealtad está dividida entre Dios y el mundo. Derramen lágrimas por lo que han hecho. Que haya lamento y profundo dolor. Que haya llanto en lugar de risa y tristeza en lugar de alegría. Humíllense delante del Señor, y él los levantará con honor". (Santiago 4:7-10)
     

      Te agradezco que lo hayas leído hasta el final, espero sinceramente que este contenido te pueda ayudar. Que Dios te bendiga enormemente. Saludos.