Hubo un tiempo en que creí que solo podíamos exponernos en nuestra totalidad con aquella persona que nos atrapara el corazón. Con el paso de los daños y aprendizajes he sabido que hay personas que nos atrapan el corazón pero no saben descubrirnos, y más tarde conocí que no se trata de una sola persona, que no tenía por qué ser nuestra pareja, que no teníamos por qué tener una, porque solo se trata de cruzarnos en nuestro camino con personas que nos aportasen algo valioso, como es la combinación del afecto, la compañía, las risas, la conexión y el interés por permanecer ahí incluso en contra de todo, como puede ser la distancia, la pandemia, la falta de tiempo.. .

siempre hay un plan b, una alternativa. Aprendí que cualquiera que llegara dando razones para no estar, solo lanzaban excusas porque simplemente no querían estar. He dejado atrás a tantas personas queriendo y sin querer que he sabido que puedo dejar de tolerar al capricho ansioso de los sentimientos y a todas las ráfagas de recuerdos para hacer más caso al sentido común y, que a la única persona que necesitamos somos nosotros mismos, todo lo demás es secundario y variable. Y que la felicidad se comparte, no se encuentra solo en otro; uno no puede solo ser feliz dependiendo de lo que le ofrezcan, uno debe crear su felicidad y compartirla con otras; obtener una retroalimentación. Y aquí es donde me encuentro dejando a un lado a mi frialdad y abriendo a todas mis fronteras de par en par para dejarme fluir con quienes sí me sale. Y, sencillamente, ser feliz.