Año 1999, se estrena Matrix, un largometraje que haría historia en el mundo del cine. Toda una generación recuerda lo que sintió viendo aquella película que supuso una innovación en en el género de acción, no sólo por sus coreografías imposibles e impactantes, también por darle sentido narrativo a cada pelea que veíamos en pantalla, un argumento que nos forzaba a usar las neuronas y a veces no las explotaba .

Cuando eres una niña de 10 años no sabes analizar los arcos argumentales ni porqué un personaje es importante para la trama, pero sí sabes adorar y querer imitar a alguien que admiras. Y eso me pasó con Trinity. Ya de adulta te das cuenta de que Matrix creó de forma diferente a los personajes femeninos, no eran meros objetos decorativos al servicio del protagonista, eran parte activa de la historia, sin sexualización ni cometidos machistas. Trinity fue y es un personaje con una identidad que marcaría a una generación. Y es un concepto que explotan aún más en la cuarta entrega.

A partir de aquí habrá SPOILERS de la trama.

En la primera mitad de The Matrix Resurrections no sabes lo que está pasando ni cómo entrar en la película, te sientes descolocado incluso con el tono. Conforme avanza, todos los elementos encajan y en general, a mí me dejó muy buenas sensaciones. Es muy difícil hacer una secuela de una saga histórica que ya en su día fue criticada y poco valorada (hablando de la 2 y la 3) y que con el tiempo han sido revalorizadas. Vaticino algo similar con esta última.

Uno de sus puntos fuertes es el momento ruptura de la cuarta pared y cómo la propia película se ríe de su existencia y hace autocrítica de la saturación de franquicias recicladas que tenemos hoy en día con el único propósito de ganar dinero y explotarlas sin un sentido más profundo. Me gustó que dejaran claro que la productora, Warner Bros, iba a hacer la película con o sin Lana, un feedback con el espectador muy necesario para entender el contexto de esta secuela, que se nota escrita con mucho cariño y con intención de aportar ingredientes positivos sin olvidar el pasado pero con una clara autoconsciencia de que no debería haber sido hecha. Se ríe bastante de sí misma y de sus personajes, algo que rompe con el formalismo que tenían sus predecesoras; esto me llamó bastante la atención y seguramente a muchos no os guste.

Gran parte del metraje es una oda a la primera película, una ovación constante al “lo que fuimos”, intercalando imágenes de ésta que contrastan fuertemente con el presente que nos están mostrando. Una manera de apelar a la nostalgia del espectador (conmigo lo consiguieron) y de retener continuamente ese altar a lo que significó Matrix para todos. En cierta manera la película te manda un mensaje claro: nunca vamos a superar lo que hicimos en el pasado, somos conscientes de que es imposible, pero te ofrecemos un producto liberado, cuidado y en el que todos se han entregado totalmente sin perder el núcleo de la historia. Y se nota.

Hay ciertas ideas originales como la simulación en la que vive Neo durante años, su vida ficticia y cómo las máquinas han jugado con él cual juguete que son muy interesantes y que dan bastante juego en la película. Una alegoría clara de cómo el sistema te fuerza a superar meta tras meta sin sentirte realizado con ninguna de ellas. Neo salva el mundo al final de Revolutions, da su vida literalmente por la causa y lo único que obtiene a cambio es un engaño en el que sufre su salud mental; está deprimido y sin ganas de vivir. Para eso le ha valido el sacrificio, para llegar a la insatisfacción personal. Somos productos insaciables en un bucle sin sentido.

La crítica política y social sigue estando presente como en las anteriores, que ya fueron bastante transgresoras en sus conceptos. Y es que para poder salir del engaño y la falsa libertad, debes querer hacerlo, sólo tú puedes dar ese paso final o quedarte en el conformismo que te plantea el sistema. Una vez más el famoso mantra de “la elección” que tantas veces se menciona en la saga pero esta vez con un Matrix mejorado que ofrece y nutre a sus ciudadanos de una comodidad difícil de dejar atrás.

El punto más negativo, que casi iba implícito en su propia existencia, son las secuencias de acción. Matrix fue una revolución en este aspecto pero estamos hablando de 1999, fechas en las que era más fácil innovar. Hoy en día está todo inventado, aunque más modernas, las técnicas usadas en Matrix Resurrections no llaman especialmente la atención y las escenas puramente de acción se quedan anodinas salvando únicamente la huida de Trinity en su mítica moto. Pero como digo, no podía hacerse de mejor manera, es algo que asumes cuando tienes el listón tan alto con tus predecesoras y llegas 20 años después.

El hecho de que algunos personajes emblemáticos de la saga hayan cambiado de actores es algo que preocupaba pero que han logrado salvar de forma sobresaliente. Dan frescura a ese aire nostálgico de la cinta y están intachables, en la trama hay coherencia interna y hace que no tengamos esa sensación de refrito como podría haber pasado si hubieran repetido a todo el cast. El reparto es impecable y los fans de Sense8 estamos de enhorabuena (guiño, guiño).

Y llegamos al núcleo de la película; la historia de amor entre Neo y Trinity. Debemos recordar que esta relación siempre ha sido algo vital en la saga; en la primera película es Trinity la que con un beso resucita a Neo para que pueda cumplir su destino, en Reloaded ella sacrifica su vida para que el plan siga adelante y Neo la trae de vuelta y en general, en la trilogía de hace 20 años, se hace un hincapié constante al amor que sienten el uno por el otro y cómo Neo, bajo la presión de ser el mesías y salvador, necesita un rincón cálido, sin presiones, donde sentirse él mismo y querido, ese lugar siempre es Trinity. Incluso el propio arquitecto admite que Neo es la primera anomalía que se enamora y eso lo cambia todo. No tenía un sentimiento general de empatía por el ser humano, amaba específicamente a uno. Era una anomalía dentro de la anomalía, lo que acaba derivando en un final alternativo a todos los demás, algo clave en la trama posterior y que es detonado por la elección de Neo de salvar a Trinity y no a la humanidad. Aquí el héroe antepone a su amada al bien común y se rebela contra las reglas establecidas por amor.

Por este motivo no es descabellado el enfoque casi exclusivo de esta cuarta entrega alrededor de la pareja y cómo juntos suman más que separados, porque el poder de su amor arrasa con cualquier máquina que se ponga por delante. Ya ocurría en las anteriores y en ésta se convierte en el pilar fundamental cuando descubrimos que Trinity, en la nueva Matrix, es también la elegida. Ambos comparten ese don para poder hacer un mundo mejor juntos y tener una segunda oportunidad. Sinceramente, siento que es el final que merecíamos y merecían los personajes y cuando acaba la película, a pesar del ritmo errático y el batiburrillo que plantea, no puedes evitar tener una sonrisa. Han hecho un producto más ligero, menos trascendental y con más humor, pero también más cálido y benevolente con los personajes. La película es muy honesta a pesar de sus errores y es de agradecer.

También es muy interesante ver la evolución de las máquinas y Zion, cómo afectó el tratado de paz a la civilización libre y cómo muchas de las máquinas ahora colaboran con los humanos en una simbiosis que lleva a la prosperidad. Se introduce la narrativa de que así como muchos no quieren ser liberados de Matrix, otros no están dispuestos a dominar y la consecuente integración de las máquinas en armonía con los humanos libres.

En definitiva, una cuarta entrega con una Lana liberada, que sabiendo que no haría un producto mejor al anterior, ha querido ser sincera con los fans, adorar su propia creación y dejarnos ver lo que una mente libre puede llegar a crear. Yo la he disfrutado muchísimo quitándome expectativas y simplemente yendo a disfrutar de una historia y unos personajes que en su día cambiaron mi vida.

Por más cielos llenos de arcoiris. ¡Hasta la próxima langostas del mundo!

Nota: 7/10