Anabel esperaba a alguien, una persona con la que se había citado en una cafetería del centro de Madrid. Nada más entrar, le impregnó el aroma a café y barquillos del local .

La cafetería estaba bastante abarrotada a esas horas de la mañana. Gente que entraba y gente que salía, gente que pedía un café, y gente que se iba.
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Anabel, se sentó en un rincón apartado de la cafetería, y al acercarse el camarero, le pidió un café con leche, y se dispuso a esperar a que llegara la persona con la que se había citado.
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Llega tarde, pensó Anabel, ¿por qué siempre me hace esperar?, se preguntaba ella mientras le daba un sorbo pequeño al café que le había traído el camarero. Anabel, nació en Madrid, se conocía la urbe madrileña casi de memoria, no se tarda tanto en llegar a la cafetería, pensó.
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Ya estaba a punto de marcharse, harta de que la persona con la que se había citado no viniera, cuando alguien entró por la puerta.
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Era un hombre, alto, de complexión delgada, vestia un Jersey de cuello alto negro, unos jeans bastante desgastados, y no traia muy buena cara.
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Se acercó al mostrador, le dijo algo al camarero, y se dirigió a la mesa donde estaba sentada Anabel. ¿Sabes que llegas media hora tarde, verdad?, le critico Anabel al hombre que se estaba sentando enfrente de ella y el cual se desalojaba la gabardina para dejarla en una silla de madera al lado suyo.
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Traigo noticias, una buena y la otra mala, ¿cual quieres oír primero?, le preguntó el hombre Anabel.
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Anabel, que estaba un poco harta de la espera, se mostró intrigada por la respuesta del hombre, aquel hombre el cual conocía desde el instituto, pues era su pareja sentimental desde hace muchos, muchos años...