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Una visita muy corta
6 Dic, 2020
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He visto cosas espeluznantes en mi vida. 


Unas más horribles que otras, pero lo que es esta ha sido una de las cosas más aberrantes que pueden tener lugar en el mundo. 


 


Todo empezó con el nacimiento de un bebe, su madre lleva horas en un doloroso y prolongado parto, pujando hasta que finalmente nace.


Da a luz a lo que es un bebe hermoso, saludable, pequeño y brillante como una moneda nueva, una vida nueva, perfecto en todo sentido, solo qué hay un inconveniente... es una niña. 


Lo cual es una decepción, un problema para algunos. 


Lo veo claramente cuando su madre lo primero que pregunta es por su sexo no acerca de su estado, si no su sexo, muy preocupada después de meses de espera, por saber si ha tenido su tan anhelado y esperado hijo. 


 


Cuando obtiene la respuesta no reacciona de manera favorable.


Todo lo contrario, las lágrimas surcan su joven rostro y en las facciones se lee miedo y enojo.


¿Que pasará ahora?


¿Cual será su próximo movimiento?


 


Pasan unos infinitos segundos hasta que se recobra de la impresión. 


Clava sus ojos en el suelo y niega con la cabeza hacia la niña pues no la desea ver, menos sostenerla darle lo que la pequeña necesita encarecidamente: el abrazo, el calor y leche de su madre. 


Pero esta es necia y le da la espalda. 


Lo cual no pasa desapercibido para la pequeña, está se remueve en brazos de la comadrona impaciente y asustada, llorando con todo lo que le permiten sus pulmones. 


 


La recién nacida es colocada lejos de todos. 


En un pequeño espacio, a una distancia considerable de su madre, donde no exista posibilidad de contacto visual, lejos en la otra esquina del cuarto, un diminuto espacio que no es el adecuado para ella, duro e incómodo, frío, la pequeña siente un frío impío e invernal, no está cubierta y sola está. 


 


Se escuchan escandalosos gritos y discusiones por toda la estancia. 


Los sonidos le llegan amortiguados pero aún así se percibe el caos y la violencia con que van cargados, la bebe es capaz de sentirlo y reacciona con miedo, se siente desprotegida y desamparada. 


 


Las horas pasan y la bebe sigue sola, desatendida, fría, y aunque ahora el hambre ha acrecentado y el alimento se vuelve una imperiosa y dolorosa necesidad, lo más hiriente que siente es el rechazo de su madre. 


Entonces su llanto cobra mayor fuerza con cada momento qué pasa, el panorama se vuelve más y más desquiciante y desesperado. 


 


Las cosas no acabarán bien, lo siento en mi fuero interno y temo por lo que está próximo a ocurrir. 


¡La bebe necesita el amor de su madre para sobrevivir!


El tiempo corre y los lamentos del neonato no han cesado, ni la tensión que se respira en el resto de la casa.


Alguien está terriblemente molesto con la situación, el ajetreo es insufrible, un hombre y una mujer, ella llorando y el golpeando, atacando con violencia y odio, un odio oscuro y furioso que se cuela por las paredes y destroza el aire. 


 


Unas monstruosas manos, acompañados de un penetrante aroma, toman a la bebe, con rudeza, profunda repulsión y desprecio. 


Unas manos que darían todo por destruir a la criatura ahí mismo, por aplastarla sin ayuda de más herramientas, solo para ver si la sangre y los huesos crujiendo ayudarían a mitigar un poco el desprecio que su ser guardaba. 


Algo que para la pequeña no paso desapercibido, sintió el peligro y el pánico de muerte abstraer su ser, sintió su pequeño cuerpo retorcerse con un insoportable pavor. 


 


Camina llevando a la bebe con total desparpajo y falta de interés, como si fuera una bestia y no una niña recién nacida hasta que salen por el umbral de la puerta y el frío los golpea sin clemencia, pero sin lograr retornarlo, el hombre avanza con decisión y furia hacia adelante. 


 


La bebe ya no puede gritar, ya no puede gemir, por lo congelado del ambiente, su piel empalidece mortalmente, dejando ver un tono azulado.


Se que no le queda mucho tiempo, las bajas temperaturas pronto acabaran con su corta vida, lo sé, lo veo, lo siento. 


 


Solo se lo que le espera, y ruego enloquecida porque no ocurra. 


Ruego por que no lo haga, que me la dé. 


Yo me haré cargo de ella, yo pudor cuidarla, yo puedo irme con ella en ese mismo instante, tomarla y llevármela muy lejos. 


Llevármela al campo solas las dos y darle todo eso que ella necesita y que merece. 


Permitirle vivir, permitirle crecer y volverse la mujer deslumbrante y magnífica que nació para ser. 


Pero eso no está permitido, yo no tengo cabida ni voz en su mundo, formo parte de él pero desde otro sitio. 


Solo una débil presencia, tan débil como el más ligero del los suspiros que el aire da. 


 


Para ese momento el monstruo ya se acercaba a la orilla de un río de aspecto poco apremiante; sin darme tiempo a procesar más en un movimiento rápido y feroz lanzó a la pequeña al agua, como si se deshiciera de basura, sin dudas ni remordimiento.


Sentí el contacto de su delicada piel con el agua, más de un millón de dagas afiladas, atravesando y destrozando. 


El dolor hizo volver a la pequeña en si por solo un momento solo para escuchar el más horrible y desgarrador augurio que he oído, un sonido que te desbarata los tímpanos abriéndose paso por todo tu cuerpo destruyéndolo todo, rompiendo huesos, algo que te hace sangrar al primer contacto con tus oídos, escuche petrificada aquello hasta que desapareció ahogada en la tormenta helada para siempre.  


 


¡La bebe murió con hambre!


¡La bebe falleció necesitada!


¡La bebe pereció sola! 


¡Asesinada!


A solo unas horas después de haber nacido. 


Sin atención. 


De la mano de su propio padre, que estaba muy ebrio de alcohol y odio. 


De la mano de ambos padres en realidad, llenos de asco y repulsión por la menor. 


Ese llanto no se sale de mis oídos, porque no se sale de mi corazón. 


 


¡Es insólito!


Como la siento, la percibo a ella con tanta claridad; percibo todo en realidad pero a ella con mucha mayor fuerza, podrían decir que los bebés no saben nada pero eso no es verdad, sus sentidos están tan abiertos, mucho más abiertos que los de nadie más, ella está totalmente abierta y percibe demasiada información como para poder procesarla.


Tan amplía y basta como para contener, ordenar, preservar o entender. 


Tan grande, de forma que solo se puede dejar correr. 


En ese estado no se puede pensar, pero puede sentir, y su sentir es tan puro, es tan abierto, sin filtros, sin nombres, sin protección, distracciones, ni amortiguamiento, tanto que resulta totalmente avasallador.


¡El sentir de un recién nacido!


Una de las experiencias más salvajes e intensas que alguien puede llegar a tener. 


Resulta demasiado mantenerse en aquella locura viva e indomable, por eso se empieza a pensar cada vez más, se intenta moldear, estructurar y regular. 


 


Créeme lo que te digo, yo que era la bebe de la escena. 


Y aún no puedo sacarme el frío del pecho aunque ya no es invierno. 


 


Autor: Carol is love  .

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