Él y su rosa
11 Ene, 2020
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La habitación estaba llena de un intenso aroma a rosas, y cuando el ligero viento se infiltraba por la ventana sentí una gran sensación de satisfacción.


Todos pensamos, es por lo que nos definimos los humanos. Unos piensan más y otros menos. 


Cada noche tengo mi momento de reflexión en el que escribo, pienso y hablo mostrando más allá mi forma de ser y de razonar, pero cuando ese frescor se adentró en el cuarto pude visualizarlo. 


No sé explicarlo, ni si quiera apenas definirlo, pudo ser magia, locura o incluso dulzura. 


Me estremecí y continué, intentando obviar aquello lo cual me tenía paralizada. 


No recuerdo cómo ha podido continuar allí si me deshice de aquello. 


Tal vez sean imaginaciones, pero me resulta tan real que me cuesta creerlo.


Intenté continuar con mi espacio de reflexión pero cada pensamiento, se centraba en ello, no podía parar .

Ya no era yo, era mi subconsciente. 


Algo insólito, un vicio que sabes que vuelve y ni tú ni nadie es capaz de poner punto y final. 


Cada vez que crees que ha acabado vuelve, y vuelves a lo mismo, pero cada vez más fuerte y nunca se pone fin. 


Quieres parar e irte a dormir, para poder olvidar todo cuanto te esta torturando tus pensamientos. 


Te estás relajando, y comienzas a cerrar los ojos te vas quedando dormida pero sabes que algo va a pasar, sería extraño e imposible que durmieses esta noche. Pero esta vez, cambian las cosas y consigues dormirte. 


Aunque, por mucho que hayas conseguido dormir y descansar, siempre encontrará la manera de volver a aparecer. 


Los sueños suelen jugar a tu favor, pero cuando te sumerges en tu propia pesadilla y te despiertas escandalizada en la madrugada, sabes que ya no dormirás más.


Podrías ponerte a leer piensas, pero sabes que cada palabra, cada oración que haya en el libro, va a encontrar la forma de enlazarse con ello y seguir con la tortura.


Incluso siendo de noche, sales a la calle, a pensar y despejarte, pero es un pensamiento que te persigue y por suerte sigue estando sólo en tu mente.


Esperas que no regrese pero sabes que no va a ser posible y que no funciona así. 


Concluyes que cada uno tiene que hacerse cargo de sus problemas y no dejar que la ambición nos engañe.


Según vas viendo el transcurso de los días, la situación no ha empeorado todo cuanto pensabas. 


Te alivias, pero no por mucho tiempo, ya que sabes que está ahí y no va a irse nunca.


Va pasando día tras día y cada vez piensas menos en ello, hasta que llega un punto en el que ni lo recuerdas.


Pero al fin, como esperabas, llegó sin ser esperado.


Y en la mesa, vuelve a aparecer él con su difunta rosa.  

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