Cabalgando en el Deseo
10 Nov, 2019
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̶ Una vista hermosa. ¿No te parece?


̶ José Manuel no me vayas a soltar .

Este caballo me está matando el culo.


̶ En este lugar fue donde aprendí a sentir y a palpar lo profundo de mi ser. Solo me sentaba a contemplar. Me hacia uno con lo que me rodeaba. Mas allá de los sentidos. Mas allá de i humanidad.


La mirada profunda de José Manuel se lleva la de Isabel, por un momento se olvida de su miedo y siente al hombre que le habla. Nota lo tranquila que está a su lado. ¿Sera que José Manuel es mi crush? Piensa por un instante. Se sonroja y ríe a medias. Aparta la cabellera de su cara y ve con pícara ilusión a José Manuel, pero el pensamiento se le reajusta además de ser su jefa, es mayor que él por 12 años.


La cara de José Manuel pasa de la alegría a la preocupación.


̶ José Manuel no me asustes que ocurre. ¡Ay por Dios! Seguro es un oso.


A la distancia la brisa estremece los árboles. Se percibe una especie de cortina va cubriendo el paisaje, el alrededor toma un carácter denso y oscuro. La velocidad apenas si da algo de tiempo para guarnecerse Las montañas suelen atrapar presiones lanzándolas con fuerza de vuelta a la tierra. Por más que quisieran huir de la lluvia helada, la inmediatez de escape era una opción descartada por la inexperiencia de Isabel para cabalgar. Y por lo menos estaban a 10 o 15 minutos de la casa. El torrencial se abre en sus cabezas. Ciertamente su jefa era una mujer atractiva y la edad no le incomoda, le atrae.


José Manuel sin pensarlo va por ella, la toma de la cintura con fuerza. Isabel no entiende, pero le gusta el sentido de determinación bravío con que la toma. En su mente dibuja a un guerrero medieval.


̶ Venga. La única manera de corregir este entuerto es que nos montemos en mi caballo es el más fuerte de los dos y cabalguemos a casa. ̶ Vuelve a sujetarle las caderas con sus amplias manos y la sube. Isabel percibe la masculinidad, una vez más. Acto seguido se monta detrás de ella. Agita las riendas para galopar hasta la cabaña. La escena épica de un cuento medieval. El caballero y la doncella. Con cada zancada del caballo, las caderas se ajustan. Los brazos gruesos le rozan los pechos. La barbilla de José Manuel roza por instantes su cuello. Isabel va absorbiendo cada sensación. El viento susurrando, el frio colándose en su piel y la fuerza intrépida de José Manuel sujetándola y haciendo correr al corcel a su límite. Isabel tenía un buen tiempo sin estar tan próxima a un hombre y mucho menos con esos vaivenes que le estremecían toda su humanidad. Sentía frio. El hechizo le hace notar el suave aroma húmedo, el millar de gotas rebotando en su cara y cuerpo, sin un patrón fijo de incidencia, se le empapa todo su ser. Ve los árboles contener la fuerza del viento. El ímpetu salvaje el ritmo del caballo azotado por José Manuel. Los pedazos de lodo van abriéndose a su paso. ¿Era real todo aquello o era acaso un hermoso sueño? Realidad o no, lo estaba viviendo con placer e intensidad.


̶ ¡Aja, aja caballo! ̶ Dice José Manuel halando las riendas para que se detenga el corcel. Se baja y luego pone hace lo propio con Isabel. Al bajarla la pasa con toda la intención cerca de su pecho. Se miran por una fracción de segundo. El tiempo cómplice intensifica las sensaciones. El pecho de Isabel palpita sin control. José Manuel siente un escalofrió al palpar la redondez del cuerpo de Isabel deslizándose por sus amplias manos. Esculpía cada centímetro de su figura.


̶ Estas hecha un desastre.


̶ Por tu bien espero que esto no me coja para mal.


̶ Si. Eres la primera que traigo aquí. Lo que quiero decir es que eres la primera mujer que me acompaña a estos prados.


̶ Y por lo que vamos, creo que será la última vez.


̶ Isabel esta es la habitación de los invitados. ̶ El rechinar de la puerta deja al descubierto una cama grande, toallas y en el fondo, está el baño.


̶ Es cálido. Me está matando el frio.


Isabel casi ni espero a que se marchara. Sin mediar algún pensamiento se deshizo de cuanta tela cubría su cuerpo. El reflejo caliente del vapor de la ducha rápidamente reconforta su piel. Introduce la mano, por un momento deja de titiritar. Sentía demasiado frio. De un salto se metió en la ducha. El alma se le reconforto en un minuto. Las gotas tibias recorrían cada línea curva de su piel. El placer de ir recuperando el calor corporal le hacía sentirse a plenitud.


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Con las ideas encontradas y para procurarle un aliciente a su jefa, José Manuel entra a la habitación tipo comando del FBI, va con prisa para llevarle un té. Había calculado que por el tiempo desde que la dejo seguramente ya se habría bañado, pero sus cálculos fueron imprecisos, un hombre no se ducha a la misma velocidad que las mujeres, queda pasmado ante lo que ve. La ducha estaba de par en par, abierta.


Los pasos comedidos lo fueron aproximando. El llamado del deseo se postra en su masculinidad. Isabel es hermosa. Esta allí esplendida. Su piel sin una señal clara de vejez, irradia una armonía perfecta con la redondez de sus nalgas y caderas. Esta desnuda. Sin miramientos, sin ningún tipo de complejo o contrariedad, ella yace allí a unos metros de su ser. La fuerza inmensa del deseo por tocarla retumba en su entrepierna. En esa contemplativa situación, Isabel sintió que alguien la observaba, se voltea, encuentra la mirada de José Manuel y ni siquiera hizo un intento por tapar su desnudez, le gusta ser admirada. Los ojos en modo cacería vidriosos le impactan quiere tenerlo bajo el agua próximo a ella. No había espacios para el pudor, el qué dirán o debatir sobre lo que es o no correcto. Es la sensación de comenzar un descenso inevitable en una larga caída al igual que en las montañas rusas de los parques de diversiones. En ese instante los entresijos de sus sentimientos, están por aflorar. Una a una, José Manuel deja huellas de ropa mientras avanza al encuentro de toda la plenitud de Isabel, sumisa y desnuda, le espera. Una mirada final los encuentra. Las palabras se ausentan. El halito tibio se escurre por entre sus labios, caminan sin temor entre los pliegues de sus bocas. Las manos amplias de José Manuel procuran tomar las nalgas de Isabel, ella se aferra a su cuello. El agua tibia revolotea por todos los rincones de sus cuerpos. La respiración acompasada, por los movimientos rítmicos de los besos y el eco de los pálpitos, los envuelve. Debajo de la ducha tibia, danzan las ansias por tocarse y comerse la comisura de sus labios. Sin piedad José Manuel le toma ambos brazos posándolos por encima de la cabeza de Isabel. Va palpando pliegues de piel más tiernos, el cuello, la parte blanquecina lateral de las tetas, prosigue sin tomar ningún atajo, pasa al vientre y llega sutilmente a la pelvis baja. Quiere poseerla hasta el alma, Isabel suelta un gemido cálido. Responde a cada roce con estremecimientos. No cree poder soportar tantos espasmos. Le sujeta los cabellos, él comienza a tocar notas estimulantes. Una a una la melodía del placer va tomando densidad, agudos, notas altas y uno que otro acorde, destiemplan la rigidez del pensamiento de su hembra, logra darle caza a los labios vaginales y palpa la intimidad húmeda de Isabel. Las piernas por momentos se le descompensan y le hace parecer que perderá el balance, desfallece, se recupera para volver a incidir en esa sensación interminable de ahogo y placer. Las caricias que le procura José Manuel, las traduce su entrepierna de manera exponencial. El deseo bravío de José Manuel le hace sujetar la amplia cabellera de Isabel. Es posible que estén por romper algún récord Guinness del beso más largo. Con la mano libre toma una amplia porción de las nalgas y con precisión quirúrgica roza con su virilidad, puntos circundantes de la zona tibia del sexo húmedo y tibio de Isabel. La viscosidad absorbe los movimientos de su pene, esta tan húmeda que apenas si puede separarse de los pliegues íntimos. Su erección alcanza un ángulo recto perfecto de 90 grados. Ella le muerde. Le aprieta y araña su espalda. La pasión no pide clemencia. Siguen los roces de los sexos que parecieran salirle manos para tratar de fusionarse uno dentro del otro. Es una locura continuar a ese juego perverso. Una leve penetración les invita a una mayor intimidad. Un roce más profundo les sacude el instinto. La tibia lluvia intima le abraza. Dócil y con rígida determinación José Manuel, le procura una punzada de mayor amplitud. Va desplegando su intensa virilidad por los pliegues cubiertos de una densa lubricación. Un gemido y una muesca de un poco de dolor le hace detener. Un centímetro a la vez, poco a poco, la va colonizando. Le va palpando el espíritu, va completamente a su interior físico y toca su alma, le suelta el cabello y presiona con ambas manos las caderas de Isabel contra su pelvis. Son movimientos controlados, llevan un ritmo delicado, pero sin descanso. Apasionadamente la aplasta contra las baldosas de la pared del baño. Las nalgas devuelven la presión con una fuerza reciproca, dándole impulso a las caderas de Isabel hacia adelante. Sujeta igual que un guante, la entrepierna de José Manuel. El vaivén rítmico, los estimula a no cambiar de posición. Siguen en el beso prolongado. José Manuel se estremece en la profundidad tibia de los pliegues vaginales de Isabel. Ella lo oprime contra sí misma. Le sujeta las nalgas para que la apriete aún más contra la pared. Le aplasta los huesos. Los pensamientos, el deseo y la pasión, están convulsionando y se amalgaman en un intenso movimiento de integración. Están perfectamente sincronizados, sus almas están plenas. Un desvanecimiento, les cruza los sentidos. Temblores incontrolables invaden su corporalidad. Una corriente sensitiva final les recorre la espina dorsal a la velocidad de la luz. Están impedidos de hacer cualquier movimiento. Yacen por unos instantes más, en esa misma posición profunda. Se cuelan aromas, líquidos tibios, gemidos cálidos y pulsaciones que hace tan solo algunos segundos atrás desbordaban los límites de lo cotidiano, todos los valores de sus cuerpos vuelven a la calma. Se sienten plenos y ahora más que nunca están unidos de una manera que jamás pensaron alcanzar con alguna persona. Terminan de ducharse. Y se procuran, un te caliente. 

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M.R.Álvarez 794 puntos 13 Oct, 2020 M.R.Álvarez 794 puntos
Después de la tormenta viene la calma. Igual es el campo del amor.
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13 Oct, 2020
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