A fuego lento
14 Ago, 2019
Tiempo de lectura aprox. :
4 min.
+2 votos

           Desde la encimera, sobre la que con molicie apoya su cuerpo, él lleva un rato observándola en silencio.


            Ajena a este escrutinio, ella tararea una canción pegadiza mientras sus manos se afanan sobre la olla donde prepara el estofado que cenarán esa noche; cuando se da la vuelta, sus ojos se topan con una sonrisa ladeada, pícara sonrisa que revela licenciosas ambiciones.   


            —¿Qué miras? –le pregunta, curvando también ella los labios en una sonrisa insinuante.


            —A ti.


            Con fingida displicencia se gira ella de nuevo y con las caderas ejecuta un provocativo contoneo, como si fuese el sinuoso preludio de una danza ritual que emplazara a revoltosos íncubos.


           Convocado por la insinuante oscilación pélvica, pone él fin a su quietud y, acercándose por detrás, la abraza contra sí, convertidas sus extremidades superiores en dos poderosas cadenas que con delicadeza, pero al propio tiempo férrea solidez, aprisionan el resbaladizo torso.   


           Avivada por el contacto, ella acentúa los movimientos de serpiente tentadora, aunque sin dejar de atender al propio tiempo la cocción que burbujea sobre el fuego, removiéndola una y otra vez, mediante similar culebreo al de sus caderas, con el cucharón de palo que su diestra sostiene.


            Él besa el remolino de cabello que nace de la delicada nuca, beso que, como la cabellera roja que brota de una cerilla al prenderla, levanta y enciende el deseo de ella, impetuoso y vehemente, corriente eléctrica que se extiende y ramifica a lo largo de todo el cuello, sobre cuya nívea superficie forcejean los dientes de él en un suave mordisqueo.


             Los ramalazos de estremecimiento tensan el cuerpo de ella como si fuese un arco a punto de ser disparado, evadiéndose de su mente toda facultad no circunscrita a la captura de sensaciones.


            Las manos de él comienzan acto seguido a moverse; lo hacen muy despacio, acariciando cada músculo, cada rincón, cada trozo de carne que se bosqueja bajo la tela del vestido.


            Ella percibe las primeras embestidas del placer y aprieta sus muslos mientras un suspiro ahogado escapa por entre sus labios entreabiertos.


             Y él continúa su viaje, un viaje de avances y retrocesos, de paradas y arranques, de sutiles deslizamientos, de pellizcos y apretones, un viaje de querer y no querer llegar hasta el dúctil humedal donde burbujean los deseos, esos que, al igual que el estofado, van hirviendo a fuego lento.


                                               




.
127 visitas
Valora la calidad de esta publicación
0 votos

Por favor, entra o regístrate para responder a esta publicación.

Aquiles 67 puntos 16 Ago, 2019 Aquiles 67 puntos
Me ha resultado muy sensual. Me encantó
+1 voto
16 Ago, 2019
Mario C 156 puntos 23 Ago, 2019 Mario C 156 puntos
Me alegra mucho saber que te gustó, Aquiles
Adimvi es mejor en su app para Android e IOS.