La mirada cruza la habitación. Al fondo la puerta se entreabre .
̶Tienes permiso de mirar. ̶Su mano enciende el iPod.
La música se cuela por su cuerpo. Sus curvas logran profundidad por las posturas circulares. Su pelvis va y viene. El cabello se descuelga. El ave danzante toma vuelo. Hay movimientos extremos. La piel se tensa. Las nalgas amplían su rango de amplitud.
La observa. Esta quieto en la silla. Una copa moja las ganas. Mira el espectáculo con inmenso placer. Descruza las piernas. El pecho le sobresalta. El aroma del cuerpo medio desnudo le alcanza, el movimiento le resopla en la cara, es dulce y las notas cítricas le avivan las ganas en su entrepierna. Esta excitación le cautiva todos los sentidos.
̶¿Quieres algo en particular? ̶Pregunta con una voz ingenua.
̶¡Quítate el brazier! ̶Por su mente pasa la idea de ver el movimiento particular de los senos al moverse en distintas poses. Esas vibraciones le dan una forma erótica única y es muy vistosa para el observador. Es un puntaje extra, lo esta haciendo bien.
Ella es una traviesa. Le gusta recibir esa atención desmedida. Súbitamente va contra el suelo. Sus senos tardan algunos segundos extras en volver a su forma original. Gira. Vuelve a girar. Se retuerce. Apoya el cuerpo en cuatro puntos. Le da todo el espacio posterior de sus caderas, nalgas y lo que sobresale de su virtud femenina, apenas cubierta por un vestigio de tela. Consigue una nueva bonificación. Siempre mantuvo la naturalidad.
Tiene un estilo infartante.
̶Quédate como estas. Quítate la ropa interior y sigue así. ̶Ella le complace.
̶Pon tus manos en las nalgas. ̶Buscaba una mirada profunda. La única manera de complacerlo era colocando la cabeza en el suelo para poder darle la perspectiva deseada. Esta es la parte dura de la evaluación.
Bebe un poco mas de la copa. Se aproxima. Le besa. Un almíbar tibio le recorre la boca, su lengua se aviva y crea espacios para ir un poco mas allá. El temblor de las caderas le oprime la boca. Lejos de desistir, se motiva aún más. Cabizbaja pide clemencia. El olor a intimidad le embarga el alma. Sigue sumergido en un éxtasis. Ella cree desfallecer. El vientre le arde. Se da vuelta no sin antes asegurarse de no apartar la boca, labios y aliento tibio de su amante. Lo quiere allí. Húmeda y caliente. Sabia e inocente. Se estremece.
¿Qué pueden hacer?
Se cuela un acuerdo tácito. Nadie sede. Dejan al deseo y la pasión guiar sus movimientos. Toma el erecto placer de su amante. Vienen mordidas. Van besos. Desaparece en sus labios. Ambos se sujetan a ese placer. Arriba. Debajo. Sus caras siguen sumidas en lo más íntimo. Cuajadas de calor le queman el rostro. Las contorsiones de sus piernas les aprieta. Están enrojecidos los labios. Y un suspiro tibio les abandona. Quedan postrados. Uno al lado del otro. Una ensoñación imperecedera les abraza.
Le besa. Con suma ternura.
̶Adiós Profe. Gracias por su tiempo. Espero no haber reprobado.
La puerta se cierra y el aroma embriagante de su cuerpo queda flotando en la habitación. El lapiz traza un 10 perfecto.
